CINE. En la memoria colectiva permanece el impactante, en todos los sentidos de la palabra, final de la pareja de delincuentes más famosa del siglo pasado. Refresquemos la memoria. Entre 1931 y 1934, en los momentos más duros de la depresión de entreguerras, una pareja de criminales (chica-chico, Bonnie Parker y Clyde Barrow) puso en jaque a la policía de todo Estados Unidos con sus atracos a bancos y gasolineras y asesinatos cuando se veían forzados a ello. Murieron el 23 de mayo de 1934 en una emboscada de las fuerzas del orden provocada por la delación de uno de sus compañeros. El coche en el que intentaban huir recibió 130 impactos de bala; ellos 25 cada uno según la crónica oficial.
El FBI ha aprovechado los tres cuartos de siglo de la muerte de los amantes para airear mil y pico páginas de sus archivos. Muchas fotos, informes de testigos, mapas y comunicados de prensa. Ninguna novedad de fondo; mataron y fueron matados, fin de la historia. Para el año que viene se anuncia un remake de la película de Arthur Penn que consagró a la pareja de ladrones.
Aunque Parker y Barrow contaron con más secuaces, los periódicos de la época se centraron sólo en la pareja para excitar la imaginación popular y multiplicar las ventas. Magnificaron el lado romántico de la historia, minimizaron la aportación del resto de miembros de la banda y dulcificaron su cara oscura, el narcisismo impulsivo y el gatillo compulsivo de Clyde.
Esa versión de los hechos se mantuvo en la película más famosa sobre la pareja, dirigida en 1967 por Penn y protagonizada por Warren Beatty y Faye Dunaway en el momento álgido y más fotogénico de sus carreras. Hay otros filmes americanos, europeos y TV movies de calidad inapreciable. Y canciones memorables como las de Serge Gainsbourg con Brigitte Bardot, Georgie Fame o Merle Haggard. El cineasta Terrence Malick recreó en Malas tierras un caso más moderno, el de la pareja Charles Starkweather y Caril Ann Fugate con un enfoque opuesto al de Penn. Sustituyó la violencia y la pasión amorosa por una huida introvertida y existencialista por las tierras yermas del centro del país.
Aún sabiendo que la historia de Bonnie y Clyde no fue tan novelesca como nos vendieron, sigue manteniendo su atracción emocional: pareja enamorada que roba a los intocables ladrones con gran audacia y sufre su predestinado final. Transmiten vida al límite, trasgresión de las normas, adrenalina, osadía, astucia y falta de miedo a la muerte. A su lado Robin Hood parece un voluntario de una ONG.
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