jueves, 27 de marzo de 2014

Otro falso culpable

Publicado en Diario de Mallorca el 26/3/14


NON-STOP

Nacionalidad: Estados Unidos, 110 min. Director: Jaume Collet-Serra. Actores: Liam Neeson, Julianne Moore, Michelle Dockery, Omar Metwali

Comencemos por lo (escaso) bueno. a) Un delincuente logra camuflar su identidad y desviar la atención hacia un falso culpable, obligando a este a demostrar su inocencia. Es un recurso muy y a veces excelentemente utilizado (Con la muerte en los talones, El fugitivo, El caso Bourne...) b) El protagonista es un ángel caído, un hombre bueno al que el infortunio le sumió en la depresión. Otro recurso sobradamente contrastado.

Los guionistas de Non-stop han aplicado ambas piezas a una premisa de actualidad: ¿Es posible secuestrar un avión en vuelo sin lograr que te identifiquen? Parece muy, muy, muy difícil, ¿verdad? Vista la película, lo es. El argumento fluctúa entre lo exagerado, lo inverosímil y lo tramposo. Dos ejemplos (¡ojo, spoilers!): no explica bien por qué hay dos policías de servicio en un mismo avión. Y uno de ellos logra meter una bomba en su maletín de mano. En todos los países civilizados nadie, ni agentes policiales ni diplomáticos, se libran de los controles de seguridad; la única diferencia es que lo hacen en dependencias más discretas. La lista de licencias creativas y falsas pistas es infinita. El director catalán Collet-Serra se limita a filmar ese guión con oficio, acertando en el ritmo pero sin llegar a mostrar personalidad propia como J.A. Bayona. Liam Neeson comienza a abusar de este tipo de papeles. Julianne Moore, una vez más, es la única que saca algo de vida a su personaje. A falta de conocer cómo y por qué se ha estrellado el avión de Malaysian Airlines, seguro que fue un plan mucho menos enrevesado que el propuesto en esta película.

lunes, 24 de marzo de 2014

Wes Anderson se va a la entreguerra

Publicado en Diario de Mallorca el 23/3/14


EL GRAN HOTEL BUDAPEST

Nacionalidad: Estados Unidos, 100 min. Director: Wes Anderson. Actores: Ralph Fiennes, Saoirse Ronan, Tony Revolori, Edward Norton, Tilda Swindon

Un tejano (curioso origen) está remplazando a Woody Allen como el cineasta con el que todos los actores sueñan trabajar. Aunque sea para recitar dos líneas y por el salario mínimo. A la cabecera de esta reseña añadan a Willem Dafoe, Lea Seydoux, Mathieu Amaulric, Tom Wilkinson, Jude Law, Harvey Keitel, Adrien Brody, Owen Wilson, Jeff Goldblum...

¿Cómo lo ha conseguido? ¿Qué tiene Anderson que no tienen otros? Muy (aparentemente) sencillo: inteligencia, sensibilidad, cultura. Mayúsculas y nada estridentes. En El Gran Hotel Budapest, toma escritos de Stefan Zweig y los lleva a su terreno. Convierte el turbulento período de entreguerras en Europa en una elaboradísima casa de muñecas con un mecanismo de relojería accionado por un niño hiperactivo. Sus protagonistas, un veterano y engolado conserje (Fiennes) y su joven y pasmado aprendiz (Revolori), deambulan en una delirante trama de herencias con ecos de la guerra de fondo. Un constante y acelerado peregrinaje por habitaciones de hotel, pastelerías, estaciones de ferrocarril, prisiones, teleféricos, palacios... Influencias no disimuladas de los hermanos Marx, los Coen, Kubrick. Los decorados son casi de juguete sin dejar de ser refinados; la música (Alexandre Desplat una vez más) acentúa el enfoque lúdico. Igual que la fotografía y los actores, encantadísimos de sacar al mimo que todos llevan dentro.
Se puede acusar a Anderson de etéreo o ensimismado. ¿Superficial? En absoluto. En momentos fugaces deja entrever que no es insensible a la tragedia que ocurre fuera. Pero rehuye, ¿por qué no?, entrar al campo abierto de esa batalla. Está en otra. Adora la nostalgia, juega a soñar despierto. Pocos, muy pocos, lo hacen tan bien como él.

jueves, 20 de marzo de 2014

De palmas por Arbeitia

Publicado en Diario de Mallorca el 20/3/14


OCHO APELLIDOS VASCOS

Nacionalidad: España, 94 min. Director: Emilio Martínez Lázaro. Actores: Clara Lago, Alberto López, Karra Elejalde, Carmen Macchi

Un sevillano se enamora de una joven vasca y viaja al pueblo de ella con la esperanza de convencerla para que se vaya a vivir con él a la capital hispalense. La sinopsis escueta de Ocho apellidos vascos transpira su influencia más evidente, la francesa Bienvenidos al norte o su remake italiano Bienvenidos al sur. La propuesta, aunque justita de originalidad, no es desdeñable. Desnuda a ciudadanos de diferentes comunidades y les pone frente a sus respectivos espejos. Y lo hace provocando muchas carcajadas, en diálogos que tocan esencias antropológicas (“Emigró al sur, a Vitoria”) o nuevos giros sobre sexo y desamores.

Sin embargo se queda en lo más primario: pijos engominados y parlanchines del sur frente a baturros endogámicos del norte. Y todos sabemos que la realidad es muy diferente, que los andaluces son tan herméticos frente al forastero, o más, que en el resto de comunidades y que en el norte no sólo levantan piedras de cien kilos. Más tópicos: el buenazo atolondrado (López) simulando ser un Patxi para atraer la guapa con mucho genio (Lago); o el padre de pura raza autóctona (Elejalde) cediendo a las gracias de una españolista extremeña (Macchi). Y, como guinda, los paisajes de postalita de la costa norte o la aparición de Los del Rio al final. ¿Era imprescindible recurrir a eso? Al abusar de los estereotipos, Ocho apellidos vascos se queda, como Tres bodas de más, en tierra de nadie. Resultones gags, buenas actuaciones (Lago y Elejalde sobre todo) y realización neutra. Sin la sensibilidad de Amo tu cama rica ni el humor puro, ese sí genuino, de El mundo es nuestro.

Casados con el virus

Publicado en Diario de Mallorca el 18/3/14 

DALLAS BUYERS CLUB

Nacionalidad: Estados Unidos, 118 min. Director: Jean Marc-Vallee. Actores: Matthew McConaghey, Jared Leto, Jennifer Garner, Dennis O'Hare

Comencemos por lo obvio:  la actuación de Jared Leto es sobresaliente; la de Matthew McConaghey es extraterrestre. Ese tipo de papeles (un travestí y un drogadicto) son imanes para los galardones y difíciles, mucho más de lo que se cree, de bordar. Leto desarma al espectador por su fragilidad y estoicismo. McConaghey, por lo contrario: Aparenta ser un pollo descabezado y es, al contrario, un novillo acorralado. Al darse cuenta de que nada en un río envenenado, en vez de resignarse aguza su astucia, solidaridad y egoísmo al mismo tiempo. Su interpretación es antológica, magnética. Otros secundarios (Garner, O'Hare) son dignas muletas.

Dallas Buyers Club ha necesitado veinte años (desde el primer borrador de guión) y un presupuesto ridículo para salir adelante. ¿Motivo? Porque es una historia poco atractiva. Trata los inicios de la pandemia del SIDA, cuando los investigadores estaban desconcertados, las farmacéuticas daban palos de ciego y algunos aprovechados ofrecían milagros a unos desafortunados que eran tratados como condenados a muerte. Una tragedia sin la grandeza de un holocausto, con un enemigo invisible y una relación causa-efecto (morir por pequeños vicios o imprudencias) demasiado cruel. Con el handicap adicional de que las historias sobre un periodo temporal tan largo se resienten en la gran pantalla, el guión remueve los lodos del problema: farmacéuticas disfrazadas de Goliat, imponiendo medicamentos poco testados y efectos secundarios demoledores; y un puñado de Davides ofreciendo alternativas menos efectivas pero menos agresivas, más naturales y paliativas. Un tema incómodo muy bien desarrollado por parte de guionista y director. Y un trampolín para la cascada de premios que han recibido los actores. 

lunes, 17 de marzo de 2014

A las órdenes del Papa, al dictado de las audiencias

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 13/3/14

 
LOS TEMPLARIOS Y EL SEPTIMO ARTE

Las ordenes bélicas cristianas de la Edad Media, por sus componentes de acción y misterio mantienen su atractivo para espectadores, lectores y cineastas. Y, por el largo tiempo transcurrido, se aceptan en mayor grado las licencias literarias.

Al calor de las Cruzadas nacieron y se reprodujeron una serie de órdenes que combinaban fundamentos religiosos con formación y determinación guerrera. Los cátaros y occitanos (como explicó Gabriel Alomar en Cátaros y occitanos en el reino de Mallorca) fundamentaban sus principios en el dualismo bien-mal heredero del maniqueísmo oriental. Y en el mysterium iniquitatis, la perplejidad ante la injusticia, el dolor y el hambre generados por la persistencia de los enfrentamientos. Los templarios y la Orden de Malta, por su parte, tuvieron un territorio menos definido y unas ambiciones más desmesuradas. Se ganaron el favor de los papas, asimilaron los principios y fines de la Iglesia Católica y se lanzaron a defenderla con un fervor muy interesado. Digamos, en jerga actual, que los pontífices de entonces 'externalizaron' su ejército y pagaron en función de sus éxitos. Castillos y riquezas tras la victoria, denigración en la derrota.

Esa (relativa) independencia, más su valentía, les ha ganado la simpatía de la gente desde entonces. Fueron los que dieron la cara, los que defendieron Tierra Santa a sangre y espada. Y al asociarse (indirectamente) con el Santo Grial se recubrieron de una pátina adicional de misterio. El cine, como es de imaginar, no ha dejado de resistirse a esa simplificación. Ejemplos, por cronología inversa:

Templario (Jonathan English, 2011) es puro y hueco gore. Muchos espadazos, sangre a borbotones y pocas neuronas en la defensa de un castillo.

Arn, el caballero templario. Sufre la paradoja de lo exótico: para los escandinavos están muy manidas las historias de vikingos y les atraen algo más una, como esta, de un compatriota que busca fortuna y aventuras por tierras santas. Tuvo cierto éxito en el norte y pasó sin pena ni gloria por el resto.

El Reino del cielo (Ridley Scott, 2005) es una muestra más de la decadencia del cineasta inglés. Factura impecable, reparto de primerísima fila (Orlando Bloom, Jeremy Irons, Liam Neeson, Edward Norton, Eva Green) violencia contenida, argumento y personajes con más claroscuros... y no acaba de cuajar. Le falta la magistralidad de sus primeras obras (Blade Runner, Alien, Los duelistas) y la épica de Gladiator.

Saltando varias décadas, un clásico de la literatura de aventuras de todos los tiempos, Ivanhoe de Walter Scott, se ha reencarnado varias veces en la gran pantalla. La más famosa, y que mantiene prácticamente todo su encanto, es la dirigida por Richard Thorpe en 1952, con Robert Taylor, Elizabeth Taylor, Joan Fontaine y George Sanders. 

Y la pequeña pantalla, en formato de mini series o tv movies, también pesca de tiempo en tiempo en este aún no sobreexplotado caladero. Extralimitándonos de orden pero no de época, Excalibur (John Boorman, 1981) ha perdido fuelle con el tiempo pero mantiene cierto gancho, quizás por su acierto el acoplar los coros épicos de Carmina Burana a los momentos álgidos del filme. Y en el bando contrario, se han producido varios filmes realzando la figura de Saladino, el archienemigo de los Templarios.

Dejando aparte el encanto intemporal de Ivanhoe, la obra maestra sobre la época, con las Cruzadas en un engañoso tercer plano, es, seguirá siendo por los siglos de los siglos, El séptimo sello. Bergman supo ver y llegar más lejos que todos los demás. Retrató la convulsa época y condensó su esencia con una metáfora tan simple como una partida de ajedrez. No menciona a los templarios porque al fin y al cabo no dejaron de ser unos peones más, con sus fugaces minutos de gloria.

Perro flaco

Publicado en Diario de Mallorca el 13/3/14
 
OH BOY

Nacionalidad: Alemania, 95 min. Director: Jan Ole Gerster. Actores: Tom Schilling, Katharine Schlutter, Justus von Dohnanyi

Veinticuatro horas en la vida de un veinteañero. Hace pocas semanas vimos idéntico argumento en Oslo, 31 de agosto de Joachim Trier. Sus dos protagonistas comparten crisis existencial completa (familiar, amorosa, profesional). Los dos saben de dónde vienen (familias de clase media-alta) pero no adónde van, adónde quieren ir. Sigamos con el juego de los paralelismos: el noruego está más próximo a Holden Caulfield (El guardián en el centeno); el alemán, de Jep Gambardela (La gran belleza), salvando, por supuesto, las distancias geográficas y generacionales. Sus pesares, los de todos ellos, son sin embargo muy similares. Es fácil tacharlos de vagos o bobos por ser incapaces de encontrar sentido a sus vidas; es incómodo preguntarse si hay algo más profundo detrás.

Oh boy retrata bastante bien el agujero negro psicológico que engulle a su protagonista. Se junta el síndrome de Peter Pan con la ley de Murphy. Así como Oslo... opta por un drama muy contenido, el debutante Jan Ole Gertser ha preferido el dramedia con abundantes tics cinéfilos: Woody Allen (exagerados), Scorsese (Jo, que noche), Altman, Blake Edwards, Godard, Wim Wenders... Flojea la banda sonora (redundante y escuchada mil veces en otras películas); la fotografía en blanco y negro no acaba de estar justificada; buen trabajo de los actores. Jan Ole Gertser muestra que es más que una promesa. Al argumento y personajes les falta un punto de originalidad y abusa de cinefilia, pero lo compensa con algún buen gag (el metro), y un par de secuencias (el rodaje, el borracho del bar) recordando que la herida del nazismo sigue sin estar cerrada en su país.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Esteroides y estereotipos

Publicado en Diario de Mallorca el 10/3/14
 
300 – EL ORIGEN DE UN IMPERIO

Nacionalidad: Estados Unidos, 102 min. Director: Noam Murro. Actores: Sulivan Stapleton, Eva Green, Lena Headey, Hans Matheson

El éxito de 300 (Zac Snyder, 2007), sumando más de 700 millones de dólares recaudados, ha abierto la veda sobre el período más agitado de la historia de la Grecia clásica, cuando el emperador oriental Jerjes inició una ambiciosa expansión territorial contra la federación de ciudades-estado. La acción de 300 - El origen de un imperio amplia el zoom a otros combates de la Segunda Guerra Médica, quedando la batalla de las Termópilas como un punto y seguido de ese período.

Zac Snyder ha dado un engañoso paso atrás al limitar su trabajo como guionista y productor, y colocando a Noam Murro como marioneta tras la cámara. Da igual. El guión, por mucho Frank Miller que lo respalde, es un tebeo infantiloide, trufado de frases pomposas y huérfano de sentimientos auténticos. En el aspecto histórico, es fiel en la visión general del conflicto y fantasioso, al borde de lo delirante, en los detalles, sobre todo las batallas navales. Además abusa de los planos concebidos para el 3D y de las luchas sangrientas. No llegan a ser estomagantes pero acaban aburriendo. En el reparto sólo destaca, y mucho, Eva Green; Lina Headey repite sus registros de la serie Juego de tronos; Sulivan Stapleton es tan fornido como insulso.

Así como 300 ofreció cierta novedad al trasladar casi literalmente el cómic, ésta pre/secuela incide en los elementos más comerciales de la primera, y viene a ser un peplum de lujo. Mucho musculito, mucha batallita, mucha imagen estilizada por ordenador, demasiada sangre lanzada tridimesionalmente hacia el espectador y pocas, o invisibles, neuronas. Lo mejor, con diferencia, la actuación de Eva Green.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Nunca es tarde, nunca es suficiente

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 6/3/14


PASEO DE RONDA
 
1.Por circunstancial retraso aquí va mi homenaje a Seymour Hoffman: Christian Bale es un fabuloso actor tanto por su talento como por su versatilidad, capaz de engordar o adelgazar treinta kilos cuando lo requiere un personaje. En cambio James Gandolfini o Philip Seymour Hoffman no quisieron entrar en ese juego y se limitaron a utilizar su rotundidad fisica como un activo, una herramienta más. Reforzándolas con otras, la mirada de niño travieso del italoamericano, la tez pálida, casi  albina, del actor fallecido hace unos días. Y con un talento innato, una sintonía con la cámara o los escenarios, imposibles de enseñar en una escuela de su oficio.

2.Aunque estos obituarios tienden al exceso laudatorio, en el caso de Seymour Hoffman es absolutamente merecido. Un Oscar (Capote) y tres nominaciones adicionales es poco comparado con lo que merecía. Un puñado de ejemplos: En La guerra de Charlie Wilson se merendó crudito y sin guarnición a Tom Hanks; en Moneyball, ídem con Brad Pitt; en Antes de que el diablo sepa que has muerto se pulió a Ethan Hawke (beneficiándose de rebote a Marisa Tomei). Pero cuando encontraba rivales de su altura sus duelos eran capaces de fundir una central nuclear. Así ocurrió en The Master, con Joaquin Phoenix; o La duda, frente a Meryl Streep. Incluso en papeles puramente alimenticios (la reciente segunda parte de Los juegos del hambre) supo armar una interpretación discreta, sin vampirizar a los protagonistas y dejando al mismo tiempo, discretamente, su impronta. Me viene a la cabeza, no me pregunten por qué, compararlo con Charles Laughton. Un fuera de serie. Un hueco muy difícil de ocupar.

3.Parece que salir del armario ya no es novedad ni anatema. Falso. En la mayoría de países de Europa occidental y esporádicas naciones del resto del mundo está bastante asimilada la homosexualidad. En el resto, las represalias van desde el ostracismo hasta la pena de muerte. E incluso en los países occidentales sigue siendo un tabú en actividades como deportes (fútbol, alpinismo). El mundo del cine es muy abierto de miras y aún así ha sido noticia el reciente 'outing' de la actriz Eileen Page (la menuda y adorable madre de alquiler en Juno) o el de Robert de Niro respecto a su padre en el documental (dirigido por él) Remembering the artist Robert de Niro sr. Ambas confesiones son pertinentes y agradecidas. Muy necesarias contra la recurrente ola de conservadurismo. 

4. Monuments men se ha beneficiado del don de la oportunidad, coincidiendo su estreno con la aparición de la valiosísima colección de arte del turbio coleccionista Cornelius Gurlitt. Sin embargo esquiva el tema del pillaje de las fuerzas aliadas tras el colapso del III Reich. Fue en medida incomparablemente inferior al previo de los nazis, pero mayor de lo que desearíamos creer, como ha documentado Seth A. Givens en el último número de la revista War in history. Otra verdad incómoda que merece mayor atención y reflexión.


Exteriores

Publicado en Diario de Mallorca el 5/3/14
 
¿QUE NOS QUEDA?

Nacionalidad: Alemania, 85 min. Director: Hans Christian Schmid. Actores: Lars Eidinger, Egor Merten, Corinna Harfouch, Sebastian Zimmler

Una familia se reúne un fin de semana. Los progenitores viven en una zona residencial semiurbana y están a punto de jubilarse. Uno de los hijos vive muy cerca, el otro se traslada desde Berlin con su hijo pequeño. En la vida normal, una reunión de ese tipo, en fechas señaladas o por convocatoria espontánea, suele ser anodina. En el cine o la literatura ocurre algo, tragedia, comedia o tragicomedia. Es el argumento por ejemplo de Celebración, Agosto o, la que tiene más similitudes con este filme, Interiores (Woody Allen)

El refranero cita como tres causas de felicidad la salud, el dinero y el amor. ¿Qué nos queda? muestra la interdependencia de esos factores. La madre sufre una patología mental; uno de los hijos no logra asentarse profesionalmente y recurre, a su pesar, a la caridad paterna; el otro acaba de separarse. Aunque la familia está unida y se tienen cariño, hay desconfianzas larvadas y comunicación insuficiente. El personaje pivotal es la madre. Está harta de la medicación, de que por su patología la traten como poco más que un florero. Cuando se harta, provoca una implosión, obligando al resto a mostrarse como realmente son. El director Hans Christian Schmid y el guionista Bernd Lange han desarrollado el conflicto con mucha contención en todos los frentes, dirección, ritmo, música, y actuaciones. Más que por indiosincrasia nordeuropea se antoja deliberado, para hacerlo más realista. Con sólo una breve incursión en el realismo mágico, lo consiguen. No es un drama exagerado, ni brillante, pero logra hacer reflexionar sobre la fragilidad de las relaciones humanas y sus perennes dificultades de comunicación.

martes, 4 de marzo de 2014

Prima de riesgo


Publicado en Diario de Mallorca el 4/3/14


PREMIOS OSCAR 2014

Como vivimos una época en que los números son sagrados, me asomo a IMDB y constato que 12 años de esclavitud lleva acumulados 123 premios y 136 nominaciones de festivales de cine y asociaciones del gremio. Otro indicador bastante fiable es el 'tomatómetro', la web que agrupa a los principales críticos de cine de países anglohablantes. De las nueve películas nominadas para el premio gordo, sólo una (El lobo de Wall Street curiosamente) no superaba el 90% de opiniones favorables. A falta de ver Dallas buyers club mi preferencia personal, más emotiva que realista, iba hacia Her o Nebraska. A la película de McQueen le echo en falta un punto de riesgo; lo que, quizás, ha atraído a la mayoría de votantes. Gravity es un impecable ejercicio de manual de creatividad, trasladando una historia de supervivencia extrema (muy manidas en tierra o mar) a la troposfera.

Los premios de interpretación han estado a equivalente altura. Matthew McConaghey ha dado un salto de cualidad impresionante. Además de su premiada película, este año brilló en Mud y en el hilarante almuerzo de El lobo de Wall Street. En las féminas, otro repóker de talento. Todas, sin excepción, merecían la estatuilla. Los premios secundarios y los de guión, sin menospreciar a los aspirantes, se han utilizado una vez más como comodines para consolidar victorias o aplacar agravios.

Respecto a La gran belleza, me fascinó en muchos momentos y me chirrió en otros, como la bronca a su amiga o la visita de la Madre Teresa. Por desgracia la mejor película del año en lengua no inglesa, La vida de Adèle, ni siquiera estaba nominada. Me remito una vez más a los números: El desaforado romance lésbico ha obtenido 43 premios y 36 nominaciones internacionales (incluyendo los tres máximos galardones de un festival de Cannes dirigido por el nada libertario ni sospechoso de afrancesamiento Steven Spielberg), frente a 22 y 21 del tandem Sorrentino/Servillo

lunes, 3 de marzo de 2014

A Dios rogando y niños robando

Publicado en Diario de Mallorca el 3/3/14


PHILOMENA

Nacionalidad: Reino Unido, 98 min. Director: Stphen Frears. Actores: Judy Dench, Steve Coogan, Sophie Kennedy Clark,

Sin alcanzar el horror de la pederastia, el tráfico de menores es un delito muy grave, y doblemente deleznable cuando se involucran miembros de la Iglesia. Philomena narra una historia real, ocurrida en Irlanda hace algo más de una década, de huérfanas internadas en un convento en condiciones de semiesclavitud. Cuando se quedaban embarazadas en alguna escapada puntual les permitían tener los hijos pero después los entregaban en adopción.

Como Roman Polanski, Stephen Frears ha llegado al punto de madurez en que no necesita experimentar ni epatar. Les basta con seleccionar cuidadosamente las historias y pasarlas a la gran pantalla concentrándose en su esencia. Aquí adopta un tono engañosamente neutro, sin forzar nada el drama, dejando que vaya creciendo poco a poco. Y cediendo la batuta a Judy Dench. Como Meryl Streep o, en el bando opuesto, Joaquin Phoenix o el malogrado Seymour Hoffman, Dench ofrece siempre una interpretación entre excelente y apabullante, independientemente de que su personaje, el guión o la dirección tengan mayor o menor calidad. En Philomena vuelve a dar una lección magistral; esta vez la de transmitir una angustia, un dolor larvado y enquistado, y hacerlos aflorar con una sobriedad y aplomo que hacen aún más creíble su drama. Steve Coogan le da réplica con reverente discreción.  En la banda sonora hay otro artista en estado de gracia. Alaxandre Desplat es uña y carne con Wes Anderson, pero también ha firmado los apoyos musicales de La venus de las pieles, El discurso del rey, Un dios salvaje y un larguísimo etcétera. Philomena es un drama no muy novedoso pero sí contenido, emotivo y trascendente.