Publicado en Diario de Mallorca el 19/1/10
LA CINTA BLANCA
Nacionalidad: Austria, Alemania, Francia, Italia, 144 min. Director: Michael Haneke. Actores: Christina Friedel, Leonie Benesch, Ulrich Tukur
Un pueblecito de Alemania justo antes del estallido de la I Guerra Mundial. Régimen feudal puro: conde, párroco, médico, maestro y labriegos. El puritanismo impone una férrea disciplina moral en los jóvenes y las féminas; la servidumbre económica del terrateniente subyuga a los varones adultos. Esa doble represión alimenta bajos instintos soterrados, resumidos por la mujer del conde: “En este pueblo sólo hay maldad, envidia, apatía y brutalidad”. Los brotes de inhumanidad (infidelidad, incesto, malos tratos físicos y psicológicos, destrucción de la propiedad) son puntuales; minimizados, pero no sofocados del todo por la dinámica de la comunidad. Para acentuar el contraste, entre medias no pasa nada. Absolutamente nada. Planos larguísimos y estáticos del pueblo, y la trama amorosa, virginal, del protagonista (el buenazo profesor de pueblo) con una vecina, reforzada con las cándidas reflexiones en off del maestro.
La cinta blanca es cine y anticine a la vez. Tiene la cadencia del Bergman o los clásicos japoneses más soporíferos, remarcada con la fotografía en blanco y negro, la profusión de planos generales y los levísimos apoyos musicales. Los actores evidencian la solidez del guión y la gran labor de Haneke en su dirección. Algunos ven en el filme el germen del nazismo; yo coincido con su director en que es más una crítica de la tiranía del puritanismo. Ambientes idénticos se vivieron en España en los años 50 o se exhiben en la novela negra sueca tan de moda ahora. Es una película que exige el peaje de una gran paciencia, recompensada con una brillantísima reflexión sobre la pulsión violenta que anida en todos nosotros.
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