Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 3/12/09
CINE. La buena acogida en taquilla de Celda 211, del mallorquín Daniel Monzón, no despeja las reticencias que este tipo de filmes han generado históricamente. El cine patibulario es el sospechoso habitual del gremio, con perenne desconfianza por parte de todos los estamentos, desde los productores a la audiencia. Los motivos son fundamentados: El género, como le ocurre al bélico, sufre un exceso de testosterona (a las féminas les atrae en momentos muy puntuales) y los calabozos se vuelven claustrofóbicos para el público que busca evasión pura. Mirando la mazmorra medio llena hay ganchos dramáticos poderosos: injusticias patentes o latentes, hombres dejándose llevar por o luchando contra los caprichos del destino, claustrofobia transpiración, filias, fobias, fraternidades, venganzas, fugas inteligentes y castigos indignantes.
Hurgando en el baúl de los DVDs, y acotando el género a los dramas sin guerras o gillotinas por medio, aparece un puñado largo de títulos históricos: Papillón (Franklin Schafner, 1973, guión de Dalton Trumbo, protagonistas Steve McQueen y Dustin Hofmann, “¡Eh cabrones, sigo aquí!”); La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967, protagonizada por Paul Newman y George Kennedy; memorable cuando Paul Newman se traga 50 huevos duros en una hora); Fuga de Alcatraz (1979, Don Siegel dirige a Clint Eastwood; “¿Cómo fue tu juventud?” “Corta”), El hombre de Alcatraz (1962, John Frankenheimer; inolvidable Burt Lancaster hablando con sus canarios), Brubaker (1980, Stuart Rosenberg otra vez, dirigiendo esta vez a Robert Redford). Acercándose más al presente están Cadena perpetua (1994, Frank Darabont; gran mano a mano entre Morgan Freeman y Tim Robbins), Cube (1997, Vincenzo Natali) o la recientísima Estomago, del brasileño Marcos Jorge.
Ampliando el zoom a corredores de la muerte, conflictos armados, frenopáticos y comedia hay otra ristra de soberbios títulos y parejos directores: Bailar en la oscuridad (Lars von Trier), Doce del patíbulo (Robert Aldrich), Granujas a todo ritmo (John Landis), La gran evasión (John Sturges), Alguien voló sobre el nido del cuco (Milos Forman), Pabellón de reposo (Samuel Fuller), Arizona baby y Oh Brother! (hermanos Coen) y Down by law (Jim Jarmush con un hilarante Roberto Benigni). De nuestra cinematografía selecciono la reciente Salvador (Manuel Huerga), la desmadrada Todos a la cárcel (L.G. Berlanga) y la obra maestra, histórica, del mismo director, El verdugo. Sin cárcel física pero sí metafísica, alegórica, son las ejemplares Solaris (Andrei Tarkowski) o El ángel exterminador (Luis Buñuel). Y una frase que vale mil películas, la del borrachín Jack Nicholson en Easy rider: “Es muy fácil salir de la cárcel, salvo que hayas matado a alguien o seas negro”.
Los reparos a filmes ambientados en prisiones se superan sólo cuando hay un producto muy madurado en guión y dirección, para ablandar al estrado de los críticos; y un actor carismático para encandilar al jurado popular. Daniel Monzón ha adaptado y dirigido con garra la novela de Francisco Pérez Gandull; Luis Tosar, sin la apostura de Steve McQueen o Paul Newman, ha encarnado a un canalla igual o más convincente. El veredicto para Celda 211 ha sido un éxito incondicional.
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