Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 17/12/09
CINE. La crisis, o el la flojera de piernas de los productores ante el inminente balance económico del año, ha resucitado al cine de terror. Las navidades, tradicional oasis para ese cajón de sastre rotulado “cine familiar” (en cristiano, películas para niños con más o menos bostezos para el resto) se apunta, a su peculiar manera, a esta moda, con el inevitable balance de aciertos y fiascos. Resumiendo:
Cuento de Navidad. Robert Zemeckis ha cogido el gusto a los híbridos entre animación y recreación real, tras Polar Express y Beowulf. Este año adopta la moda 3D adaptando una novela de Dickens. Las buenas actuaciones de los fantasmas de Jim Carrey y Gary Oldman no compensan la falta de alma y el exceso de pirotecnia digital del filme.
Planeta 51. Creadores españoles intentan demostrar que no hay tanta brecha entre nuestra piel de toro y la meca del cine. A nivel técnico se acercan a las últimas creaciones de Disney o Sony. A nivel narrativo (originalidad de la historia, profundidad de los personajes, capacidad de emocionar) están, es duro decirlo, a muchas galaxias de distancia de Pixar. Aun así, chapeau por intentarlo.
Lluvia de albóndigas. Parodia del cine catastrofista en formato de animación infantil. La mezcla puede sonar a castaña navideña; sin embargo sus creadores aplican la receta más básica del cine del cine (y cualquier profesión) talento y convicción. Lluvia de albóndigas (también en 3D) ofrece humor auténtico y una crítica inteligente, digestiva, del creciente problema de la bulimia y la comida basura.
Spanish movie. Que la parodia sea la más ligera de las comedias no quiere decir que haya que tomársela a broma, porque se acaba insultando a la inteligencia del espectador. Spanish movie copia un subproducto como Scary movie riéndose (es un decir) de los títulos más recientes de nuestra cinematografía. El resultado sólo se merece un adjetivo: infame.
Donde viven los monstruos. Un delicioso cuento para niños de dos años, escrito e ilustrado por Maurice Sendak hace 46 años ha dado pie a una ópera (Oliver Kunssen, 1980) y ahora un filme dirigido por Spike Jonze (Como ser John Malkovich, Adaptation). Doble reto: a) estirar un texto que ocupa menos que esta reseña hasta los 100 minutos. b) hacer creíbles, y adorables, unos monstruos de peluche (físico, sin animación) de tres metros de altura. Jonze logra ponerse a la altura de Sendiak en la, posiblemente, mejor película de estas inminentes navidades.
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