ANIVERSARIO DE EL VERDUGO
Medio siglo después de su creación, El verdugo se mantiene como la obra maestra de Luis García Berlanga y una de las cumbres del cine, no sólo español, del siglo XX. A los mallorquines nos cabe el honor de que parte de la acción ocurre en nuestra isla. Era, recordemos, el inicio del boom turístico (y del baby boom asociado), las vacaciones era un lujo al que la clase media acababa de ser promocionada. Con clases: La Costa Brava para catalanes, la Costa del Sol para los mesetarios que accedían en sus 600 o Renault 8. Mallorca era un escalón superior (Canarias estaba aún muy verde) ya que exigía avión o tren/coche y barco. Por eso, como refleja la película, era el destino favorito para las lunas de miel; un paraíso no demsiado cercano, sofisticado e hispano.
El acierto, la vigencia de la película, radican en la profundísima carga de su argumento. Aplicó con letras capitales el primer capítulo del manual de la buena comedia: dar un giro de ciento ochenta grados a una situación corriente. Berlanga, Rafael Azcona y Ennio Flaiano idearon una bomba de relojería: Un profesional de edad avanzada pasando el relevo a su hijo o a su yerno es lo más corriente del mundo... excepto si esa profesión es tan poco corriente como la del título de la película. El segundo acierto del filme fue romper el estereotipo de matarife: en vez de un encapuchado con musculatura de portero de discoteca, se trataba de un vejete renqueante y entrañable. Encarnado, quien si no, por el carismático Pepe Isbert. El desenlace, cual si no, era demoledor: el nuevo verdugo conducido a rastras hacia el patíbulo para cumplir su trabajo. Si A sangre fría de Truman Capote denunció la pena capital desde la faceta más dramática, El verdugo lo hizo, de forma insuperada, desde el ángulo tragicómico. Por ese enfoque, y por la perfección de su guión e interpretaciones, mantiene su alteza y su vigencia.
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