Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 8/10/09
CINE. Con o con crisis, los festivales siguen siendo un engranaje vital de la griposa (no gripada, todavía) industria del cine. Los actores muestran sus caras bonitas y sus caros (aunque no los paguen) trapitos; los directores, sus nuevos juguetes (perdón, creaciones artísticas); los productores se muerden menos, o más, las uñas después de las primeras palmas de los jurados y los silencios del público; los exhibidores apuestan sobre qué filme será el más pirateado y menguará sus ya paupérrimos ingresos; y una legión de buscavidas buscan un golpe de efecto mediático (photo opportunity, en esperanto). Repasemos el estío (en sentido mallorquín del tiempo) festivalero:
Málaga. Poniendo un símil baloncestero, Málaga es la ACB y Cannes, o los Oscars, La NBA. Una competición de jóvenes (David Planell y Oscar Cobeaga este año) luchando por asomar el flequillo. Después viene la dura realidad, un campo de minas y espinas para los que intentan asentarse. Y aún así, siguen peleando. Merecidos honores a La vergüenza del primer citado.
Cannes. El premio gordo, merecido según los presentes, se lo llevó Haneke con Das weisse band- el lazo blanco en traducción aproximada-. El duelo, de talentos y egos, estuvo entre Lars von Trier y Quentin Tarantino. Como corresponde a los rebeldes o a los genios incomprendidos, se llevaron sendos premios de consuelo, a la mejor actriz y mejor actor.
Venecia. Oliver Stone sigue buscando la popularidad y el talento perdidos con dudosos, por repetitivos, golpes de efecto, como la compañía de Hugo Chávez. Más morbo mediático en el premio a Colin Firth en la película dirigida por el ex diseñador de moda Tom Ford. Y morbo político en la ganadora, Líbano de Samuel Maoz. Una claustrofóbica, y según los presentes algo tediosa, recreación de la vida en un tanque israelita durante la invasión del país vecino.
San Sebastián. El cebo mediático lo puso Brad Pitt, alternando baños de público en Donosti con privados escarceos intelectuales al museo de Chillida y el futuro museo Niemeyer de Avilés. El festival premió con justicia a la china Ciudad de vida y muerte (algunos críticos comparan a su director con Spielberg) y ninguneó con injusticia a Juan José Campanella y Ricardo Darín.
Recurriendo al socorrido Malaga is different, los premiados del resto de festivales comparten la memoria histórico-bélica: Nazis en el filme de Haneke, la masacre de Nanking en la de Li Chuan y la intervención en sionita en Líbano en la de Samuel Maoz. La prevalencia de un género es casual; la calidad de las afortunadas y algunas orilladas, según los presentes, anima a seguir buscando el color y el calor de la pantalla grande en este inminente invierno.
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