LA INVENCION DE HUGO
Nacionalidad: Estados Unidos, 123 min. Director: Martin Scorsese. Actores: Ben Kingsley, Asa Butterfield, Chloe Moretz, Sacha Baron-Cohen
La invención de Hugo es, como reza la publicidad, un homenaje al cine clásico. Si The Artist se detiene en la crucial época del paso del cine mudo al sonoro, la película de Scorsese rebobina más atrás, hasta los años en que, mitad por suerte, mitad por cabezonería de los pioneros, las imágenes animadas pasaron de las barracas de feria a los salones y auditorios. Si The Artist apela a que las emociones están muy por encima de las palabras, La invención de Hugo roza teclas aún más profundas, la interrelación primitiva entre magia y cine. A falta (llegó poco después) de narrar historias más maduradas e hilvanadas, se buscaba sobre todo la sorpresa y la ensoñación, paradigmatizadas por el prolífico e imaginativo director Georges Melies.
La película tiene varias capas. La principal, los jóvenes semihuérfanos, es un tanto plana, porque busca agradar ante todo al público infantil. Disimulada con el ajetreo de la estación ferroviaria, el trajín del chico con los relojes y el automatón (androide mecánico de finales del XIX) en una trabajada fusión de imágenes reales y de ordenador. Complementa una trama costumbrista comandada por el one-man-show de Sacha Baron Cohen (Borat). La tercera capa, más profunda, va dirigida a los adultos. Además del aluvión de cinefilia, muestra el paradójico contraste entre la precisión de los relojes o el automatón y la tosquedad y anarquía de la creación de las primeras películas mudas. Trama apuntalada con una excelsa actuación de Ben Kingsley (Ghandi). Como The Artist o Medianoche en París, La invención de Hugo es nostalgia pura. Pura, refrescante, estimulante.
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