PIE DE PAGINA
Dos profesores universitarios aspiran al Premio Israel, equivalente a nuestro Premio Nacional de Cultura, Eliezer Shkolnik y Uriel Shkolnik. Los dos, profundos estudiosos del Talmud, texto seminal de la cultura y religión judías. Los dos, padre e hijo, con formas de ser antagónicas. El mayor es retraído, casi un eremita, riguroso y puntilloso en su trabajo, alérgico a su divulgación por exceso de perfeccionismo y por lo que considera una lejana puñalada trapera del actual presidente del jurado. El hijo es resolutivo, hiperactivo y gran relaciones públicas.
En un análisis rápido, Pie de página es una historia de rencillas universitarias y desencuentros familiares contada con mucha gracia, un dramedia con similitudes a Amelie o algunas comedias juveniles (estructura capitular, voz en off irónica, música juguetona). Sin embargo va mucho más allá. Es un atinadísimo retrato de la condición humana, extrapolable a otros gremios, países y culturas. Por un lado pone el dedo en la llaga de la vanidad, la gente que no esconde sus ambiciones y la que se arropa de una sincera o falsa modestia. El premio (todos los premios) fomentan la superación y provocan de rebote el juego sucio y el engreimiento. Por otro, el filme hace una disección profunda, limpia e indolora de las complejas relaciones paterno-filiales. Los flujos y reflujos amor-celos, admiración-desdén, afinidad genética y desgaste por la convivencia. La película suelta todo eso a borbotones, con cierta confusión. Hay una escena antológica (la reunión en un cuartito del ministerio), unos personajes secundarios creíbles (el antagonista del padre, las mujeres de ambos), una realización acertadísima en tono y ritmo, unas actuaciones convincentes y sobre todo mucha humanidad, con minúsculas.
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