Publicado en Diario de Mallorca el 29/10/13
LA VIDA DE ADELE
Nacionalidad: Francia, 175 min. Director: Abdellatif Ketiche. Actores: Adéle Exarchopoulos, Lea Seydoux, Salim Kechiouche
Arrancaré con el juego de las (odiosas) comparaciones: La vida de Adéle es como un Rohmer muy ambicioso. O, a la inversa, como un Malick domado, sin su costra megalomaníaca. La película cuenta una década en la vida de su protagonista (Exarchopoulos). Una chica muy corriente; rellenita pero atractiva, familia de clase media-media en una ciudad de provincias. Arranca en el instituto, ella sale con un chico y se enamora después de una chica, incipiente pintora, (Seydoux). Para Adéle es su primer, su gran, su único amor.
Con esa trama tan simple, sin crímenes, sin viajes iniciáticos, sin sucesos extraordinarios, las tres horas de película pasan volando. ¿Cómo? Se puede apelar a la magia del cine o, mejor aún, a la de los buenos contadores de historias. La cámara sigue todo el rato a la chica. Cerrando mucho el plano, concentrándose en su expresiva mirada. El guión, los diálogos, aciertan al avanzar la mínima historia con naturalidad y mucha sutileza. Y en sacar lo mejor del personaje. No tiene nada especial y lo tiene. ¿Por qué? Quizás porque es una persona bastante honesta y que lo da todo. Al contrario que su amada, más egoísta, más revirada. Pero nunca se cae en el culebrón. Las pasiones y las diferencias se transmiten con miradas, entrelineados, detalles del contexto. Ahí las dos actrices, Exarchopoulos sobre todo, bordan sus papeles. El único exceso del director, para poner a prueba al espectador (como los brotes violentos de Haneke hasta hace poco), es una larga escena de sexo explícito femenino, y otra más breve hetero. Mínimo peaje para una película redonda, por su sencillez, por su universalidad, por sus soberbias actuaciones.
martes, 29 de octubre de 2013
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