
jueves, 30 de diciembre de 2010
Más y menos

martes, 28 de diciembre de 2010
Acorralado

lunes, 27 de diciembre de 2010
Sin palabras

lunes, 20 de diciembre de 2010
El juego no ha terminado

domingo, 19 de diciembre de 2010
La tercera España

miércoles, 15 de diciembre de 2010
Aquellos efectos especiales


señor temporal
Pensando en ellas

domingo, 12 de diciembre de 2010
Almas perdidas

lunes, 6 de diciembre de 2010
Disciplina escocesa

Publicado en Diario de Mallorca el 7/12/10
NEDS
Nacionalidad: Reino Unido, 124 min. Director: Peter Mullan. Actores: Conor McCarron, Gregg Forrest, Peter Mullan, Louise Goodall,
Con su primer largometraje detrás de la cámara (Las hermanas de la Magdalena) el actor Peter Mullan ganó el león de Oro del Festival de Venecia. Su segundo, Neds, se ha llevado la Concha de Oro y el premio al mejor actor (Conor McCarron) en el último festival de San Sebastian. Mullan vuelve al drama social de época. Esta vez es el Glasgow de los años 70 y muestra como el exceso de represión en las aulas (recurso constante a la disciplina inglesa), la ausencia de fuerzas de seguridad en las calles y el deficiente arraigo familiar crearon el caldo de cultivo para que se desbocara la violencia juvenil. El título del filme es un acrónimo de delincuentes sin escolarizar. El tema no es ni original (Quadrophenia, Rumble fish) ni demasiado trillado. El protagonista es un chico inteligente e introvertido que, por el selvático ambiente de su barrio y el escaso apoyo familiar (padre alcohólico, madre resignada) acaba perdiendo completamente el control. Ese descenso al pozo se fortalece con las buenas actuaciones; soberbio McCarron en su debut como actor, bien apoyado por Mullan como su padre, muy creíbles sus compañeros y profesores. Y se consolida con unos toques de humor negro, como los remedos de Taxi driver en la escena del espejo o Rambo cuando se interna en el barrio enemigo con dos cuchillos de cocina, el delirio con una reproducción de Cristo en el cementerio y algunas acciones de los docentes. El final positivo, la sensación de autenticidad del conjunto y la ausencia de moralina refuerzan la sobriedad y solidez de la película.
El patio trasero de la globalización

Publicado en Diario de Mallorca el 6/12/2010
BIUTIFUL
Nacionalidad: España, Mejico, 147 min. Director: Alberto Gonzalez Iñarritu. Actores: Javier Bardem, Maricel Alvarez, Eduard Fernandez, Hanna Bouchaib
En su primera película tras su ruptura con el guionista Guillermo Arriaga, Alberto Gonzalez Iñarritu mantiene el drama al límite y la permeabilidad cultural pero abandona las historias cruzadas. El título y la localización (Barcelona) son una amarga ironía del contenido: en vez de mostrar la cara glamourosa de la ciudad, como Woody Allen en Vicky Cristina Barcelona, Iñarritu baja a las cloacas del Raval para recordarnos que el tercer mundo, la pobreza extrema, la esclavitud encubierta no están en otros continentes sino en el patio trasero de nuestras casas.
El protagonista (Uxbal/Javier Bardem) hace de puente entre el submundo y el primer mundo. Es un personaje complejo, con una vida personal muy difícil (sin trabajo fijo, dos hijos a su cargo, ex mujer con desórdenes psicológicos) e intensas contradicciones éticas. Al saber que tiene una enfermedad terminal le entra un frenesí por ayudar a manteros africanos y trabajadores ilegales chinos, y al mismo tiempo, sacarles jugo económico para ayudar a sus hijos. Esas discordancias recuerdan bastante a las del protagonista de Carancho. Y la interpretación de Javier Bardem es, como la de Ricardo Darín, excelsa; merecedora de todos los premios que reciba. Bardem está bien acompañado por Eduard Fernandez y la mejicana Maricel Álvarez. Actuación reforzada por el realizador con una potente fotografía y ambientación y una banda sonora de Gustavo Santaolalla que juega entre el lirismo y los sonidos desasosegantes.
Biutiful es encomiable en su denuncia de la injusticia y tiene una factura e interpretaciones magníficas, pero vuelve a caer en los excesos de su director, su gusto por el drama extremo y el hiperdilatado metraje.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Una proposición inusual

Publicado en Diario de Mallorca el 1/12/10
CHLOE
Nacionalidad: Estados Unidos, Canadá, Francia, 96 min. Director: Atom Egoyan. Actores: Liam Nesson, Julianne Moore, Amanda Seyfried
El duodécimo largometraje de Atom Egoyan es un remake de una película francesa bastante reciente (Nathalie, 2003). Película en la que a su vez se aprecian influencias de Egoyan, como en Exotica: la degradación del matrimonio por la rutina, las soledades resultantes y las consecuencias de esas soledades: infidelidades o amagos, resignación, desconfianza. Y los hijos, al hacerse adultos, en vez de atemperar la crisis de la pareja la acentúan, porque les recuerda que fueron jóvenes y vivieron un amor apasionado.
Todo esto se refleja de forma excelente en la primera parte de Chloe. Reforzado por el gran trabajo de los actores. Liam Nesson muy austero (y triste, ya que en las fechas del rodaje falleció su esposa de forma trágica), Julianne Moore revelando con sus ojos el desconcierto de su personaje, Amanda Seyfried explotando sus saltones ojos y su generoso y sugerente cuerpo. La segunda mitad deriva hacia un thriller sexual en la línea de Atracción fatal o Instinto básico: Sexo, obsesión, descontrol, muerte. La realización mantiene un frío glamour, las escenas de sexo son muy elegantes, los actores se contienen; pero se evidencian trampas de guión e inconsistencia de los personajes, sobre todo la joven protagonista. Como meretriz de alto vuelo es muy creíble, su arrobamiento por otra fémina chirría. La candidez del hijo es otro elemento desmasiado trillado. En este tramo se antepone el conflicto y el morbo a la verosimilitud. El desenlace es el corolario del exceso. En conjunto Chloe deja una sensación extraña. Perdonándole su descarriadillo guión, su búsqueda del morbo, queda un aceptable drama matrimonial.
Corta vida al Dogma

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 2/12/10
CINE. Hace quince años nació el movimiento Dogma 95. Dos cineastas daneses, Lars von Trier y Thomas Vinterberg, cabreados por el avasallador rodillo de las superproducciones americanas, propusieron una vuelta a la pureza del séptimo arte. Aprovechando un evento en París expusieron un decálogo de los requisitos que debía tener el cine puro, buenas y sencillas historias, limpias de pirotecnias, efectos especiales y egos.
Era una provocación. Sus promotores lo calificaron como un nuevo extremismo y bautizaron los requisitos como votos de castidad: 1) Rodar en exteriores; 2) Sin banda sonora; 3) Cámara en mano; 4) Color; 5) Prohibidos filtros y trucajes; 6) Ausencia de “acción superficial” (muertos, armas…); 7) Prohibidos saltos temporales y geográficos; 8) No se aceptan películas de género; 9) No video, sólo celuloide de 35 mm; y 10) El director no aparecerá en los créditos.
Para dar ejemplo, Vinterberg y von Trier (a los que se unieron poco después Kroostian Levring y Soren Kragh-Jakobsen) oficializaron el Colectivo Dogma 95, expidiendo certificados y rodando sus siguientes películas acorde a esos votos. Celebración, de Vinterberg, ganó en 1998 el Gran Premio de Cannes; al año siguiente Los idiotas de von Trier tuvo también un gran éxito.
La idea era buena, pretendía fomentar el cine de autor barato, sin pretensiones y centrado en el contenido. Pero se les fue la mano con el decálogo, que tenía un tufillo a Rebelión en la granja, lleno de contradicciones, subjetivismos y ambigüedades: Rechazaron El proyecto de la bruja de Blair por ser “de género” pero ellos mismos se saltaron las normas, rodando en video (Celebración y Los idiotas) e incluyendo momentos pornográficos en la segunda. Lo de la cámara en mano era esnobismo. La renuncia a la autoría era más propio de la Revolución Cultural de Mao que del libertarismo latente en la propuesta. Y espúreo, porque sabían que los productores y distribuidores acabarían publicitando al director. Además, para no caer en la unidad total de espacio-tiempo (lo que hizo Hitchcock en La soga) permitían un cierto lapso de tiempo y el consiguiente juego de montaje, abriendo una pequeña puerta a la manipulación.
El nuevo extremismo se quedó en eso, extremismo. Atrajeron a directores de otros países, se hicieron algunas películas excelentes (Mifune, Italiano para principiantes), siguieron expidiendo certificados y se desvanecieron poco a poco. En Estados Unidos salió incluso un movimiento de contestación, el Dogpile95, reclamando las películas de serie B de la productora Troma como el cine más auténtico de todos.
Reflexiones finales. Es cierto que el mercantilismo de las superproducciones ha arrinconado a buenos autores y buenas historias. Que en la época de McCarthy, con muchísimas restricciones, se hicieron un montón de obras maestras. Y que el purismo artístico excluye a autores y una porción importante de la audiencia que no comulgan con muchos de esos votos de castidad. Un ejemplo: el díptico de Richard Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer) es 100% Dogma aunque sin certificados; dos películas sencillas, austeras y redondas. Y una pista: Lars von Trier fue el primero en abandonar el barco, ¿coartaba su talento?