MEDIANOCHE EN PARIS
Nacionalidad: España, Francia, 100 min. Director: Woody Allen. Actores: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Michael Sheen, Adrien Brody
Hace tres décadas, de cada cinco películas de Woody Allen sólo una flojeaba. Con el cambio de siglo la proporción se invirtió. Fogonazos puntuales de genio (Match Point) entrelazados con chispas esporádicas en el resto de obras.
Con Medianoche en París ha acertado en la historia. Su flirteo con la capital gala no es nuevo (Todos dicen I love you). Esta vez se planta allí para burlarse de la nostalgia con ración triple de ídem: Un guionista de Hollywood y novelista frustrado (Wilson) hace turismo con su novia (McAdams) y futuros suegros mientras fantasea con mudarse a esa ciudad. Accidentalmente da un salto en el tiempo (con el sencillo truco de unas campanadas y un coche de los años veinte) que le permite, cada noche, codearse con sus adorados Hemingway, Fitzgerald, Dalí o Buñuel. Ahí conoce a una decoradora, amante de Picasso, que sueña a su vez con vivir la Belle Epoque de sus adorados Toulouse- Lautrec o Gaugin.
La película tarda en despegar. Los diálogos son cada vez menos ácidos, camuflados con el buen hacer de Wilson y Michael Sheen, el gracejo de McAdams, los cameos de Madame Sarkozy y la siempre deliciosa banda sonora. En la segunda mitad del filme resurge el Woody Allen de hace décadas. Dos gags excelentes y un encanto irresistible en los saltos históricos. Increíble el parecido físico de Adrien Brody con Dalí, embelesante Cotillard, rotunda Kathy Bates como Gertrude Stein. El vitalismo neurótico del neoyorkino reciclado en una moraleja tan evidente como fácil de olvidar: la nostalgia sólo es válida si no nos la tomamos en serio. Como la vida misma.
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