DESCARGAS LEGALES
Mientras se rehace/retoca/recicla la Ley Sinde, la polémica sigue incandescente. Échemos más agua al fuego.
Un expresidente de gobierno definió a los españoles como ácratas con puntuales brotes reaccionarios. En la era pre digital hubo fraude a muy pequeña escala, elepés copiados en casettes, libros fotocopiados y VHS duplicados. La irrupción de los CDs, DVDs, WWW y eBooks dejaron sin querer abierta una puerta trasera por la que no tardó en colarse una legión de avispados: topmanta, Napster, emule, Torrent...
Las sociedades de gestión, con su torpeza, les dieron oxígeno en vez de ahogarlas. Si se cobra un canon por fotocopia o CD/DVD vendido, el sentido común indica que se autoriza implícitamente a copiar obras en esos formatos. Si eso está prohibido, ¿por qué cobran? Por la rendija abierta acabó entrando un huracán y en este momento se ha llegado a la situación de que mucha gente piensa que la cultura es o debe ser gratis. ¿Puede serlo?
Para un escritor literario, la inversión económica es mínima, horas de no sueño. De ahí en adelante sí que hay paganinis (y puestos de trabajo): editoriales, imprentas, transportistas, librerías. En la música los costes de producción se han abaratado muchísimo (estudios caseros de calidad más que aceptable) y muchos autores optan ya por el lanzamiento directo a la red. Pero Internet está saturado y destacar requiere un esfuerzo, o una suerte, desmedida. La opción clásica (discográficas, tiendas de discos o grandes comercios) implica inversiones y publicidad pagada.
En el cine, tres cuartos de lo mismo. Grabar una película en video no es complicado. Lograr una calidad mínima sí. Los actores, los iluminadores, los atrezistas... intentan vivir de su trabajo. Piratas del Caribe 4 ha costado 200 millones de euros. Incluso aceptando que esté inflado, mucha gente ha trabajado en esa película. En cada filme de Pixar, como Toy Story 3, trabajan cerca de 200 animadores. Y eso se aprecia en la pantalla.
Aceptando que hay unos costes ¿quien los asume? Sólo hay dos vías, ventas o subvenciones. Las ayudas estatales son, y serán cada vez, menores. Si las ventas (taquilla, DVDs) disminuyen por la sangría de Internet, se obliga a los profesionales a buscarse las habichuelas en otra parte. Y eso implica que su vocación artística pasará a ser un hobby. ¿Alguien cree que es posible hacer cine de calidad a ratos libres y pidiendo favores a todo el mundo?
Demos la vuelta a la tortilla. Asumiendo que Internet y la crisis han trastocado el tablero de juego, ¿se puede acceder a obras por un precio razonable (ergo, menor que hace unos años)? Respuesta: Sí, se puede. Amazon está a punto de desembarcar en España. En sus webs de Inglaterra, EEUU o Francia tienen muchos Cds musicales, o descargables, por 5 €, libros electrónicos por 8-9 €,y películas por 10-12 €, y ofrece películas en descarga, sólo en algunos países. iTunes ha popularizado la descarga de temas musicales por un eurito. Lo mismo hace con películas, a ese precio por alquiler y 4 € por compra. Hulu y Netflix tienen un catálogo de decenas de miles de títulos pagando una tarifa mensual. En Francia el referente es FilmoTv; en el Reino Unido, LoveFilm. Facebook y Youtube se preparan para adelantar ficha.
En España también comienza a moverse el negocio. Pixbox, la pionera, ofrece 2.000 títulos de cine y tv a 3 € (alquiler) y 4 € (compra). Filmotech está especializada en cine español a partir de 1,42 €. Filmin tiene un selecto catálogo de cine de autor con posibilidad de tarifa plana mensual (10 €). Cineclik y Wuaki dan sus primeros pasos con precios similares a las anteriores. Youzee dará que hablar dentro de poco.
La cultura gratis es un sueño de utópicos o cínicos. Los (presuntos) abusos de la SGAE tienen un impacto mayor en los comercios y locales que en las obras editadas o proyectadas. El que no paga es porque no quiere. Porque confunde cultura con educación. Con su desacomplejado acceso a la red, acaba siendo más culto que los autores que se rascan el bolsillo. Sin embargo, el saqueo de hoy lo sufrirán sus hijos y sus nietos del bucanero, cuando encuentren una oferta cultural de bochornosa calidad.
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