
CLAROSUCUROS DEL CINE IRANÍ
La victoria de Nader y Simin, una separación en los Oscars a la mejor película foránea de este año ha supuesto un atisbo, fugaz, de la realidad iraní. El filme es un drama modélico, un ejemplo supremo de acción-reacción en unos personajes cotidianos. El sistema judicial que se muestra, aunque tosco, no difiere mucho (en casos de ese tipo) del de cualquier país occidental.
Es por tanto una visión neutra de la sociedad de esa nación, sin la más mínima referencia a política o religión. Por eso ha pasado, probablemente, los filtros de su censura. No ofrece una imagen amable pero tampoco negativa del regimen; gente normal de clase media, conflictos personales, desempleo, recurso a la justicia, remanentes de tradiciones familiares... Rizando el rizo se puede sostener que es un arma de propaganda subliminal.

La neutralidad de contenido de Nader y Simin... y la de continente de Esto no es una película evocan paralelismos con la situación internacional del país y los sentimientos encontrados que provoca. Por un lado es un país gobernado con mano de hierro, negando muchas de las libertades más básicas (políticas, comunicación, igualdad...) y que además está embarcado en la fabricación de un arma mortífera. Por otro lado las represalias que planean Israel y Estados Unidos son igual de alegales y éticamente dudosas. Situación que en los ciudadanos/espectadores externos provoca amagos de esquizofrenía, ya que no permite estar a favor, en contra, ni permanecer neutrales. Cruda, dolorosa, realidad del país persa.
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