jueves, 20 de diciembre de 2012

Así es el fin del mundo


Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 20/12/12

CINE Y APOCALIPSIS

Paradojas de nuestra psique: nos aterra nuestra futura e individual muerte pero nos encanta fantasear con la desaparición de la humanidad. El fin de un ciclo cronológico de una civilización ultramontana se ha interpretado como predicción del fin del planeta. Religiones como el cristianismo, por intuición o interés también han dado mucho juego a esta hipótesis. Y a su vera, cientos, miles de escritores y un número ligeramente inferior de cineastas. Algunos ejemplos a voleo:

Cerrando el diafragma a tope, ajustándonos a la predicción maya, la película  más cercana es Apocalypto, de Mel Gibson. Abriendolo un punto entrarían las películas que tratan de un apocalípsis físico, con la naturaleza, el planeta, revolviéndose contra los insolentes humanos, como El día de mañana de Roland Emmerich. Ampliando aún más, el género de ciencia ficción recurre con puntualidad suiza a los futuros distópicos. El planeta de los simios (mejor la original que el remake), Mad Max (mejor la segunda que la previa y la posterior), Terminator (potente la tercera), Yo soy leyenda, 12 monos, La carretera o Hijos de los hombres son interesantes ejemplos. Una variante de autor, intelectual e intimista es la reciente Melancolía, de Lars von Trier.

Género (sub es innecesariamente despectivo) paralelo son los apocalísis químicos o mutantes, los filmes de zombies y/o virus: La invasión de los ultracuerpos (soberbia la versión inIcial de George A. Romero) 28 días después (Danny Boyle) o Mala sangre (Leos Carax) logran su fin de crear mucho desasosiego.

Ampliando horizontes, se califican como apocalípticas algunas sociedades que se derrumban en un pasado reciente o lejano. Sobre la Edad Media están El séptimo sello de Bergman o La caída de la casa Usher, de Corman. Del siglo XIX (novela de Conrad) y XX (película de Coppola), y con explícito recordatorio en el título, Apocalypse now.

Buscando el lado cómico, magistrales Delicatessen, de Caro y Jeunet, y Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, de Kubrick. Incalificable, igual de magistral a mi gusto, la reciente Holy motors de Leos Carax. Y estirando el concepto más que un chicle algún colega incluye Network de Sidney Lumet: Un despechado presentador de televisión poniendo en jaque a su país con su amenaza de suicidio.

Todos los ejemplos citados tienen un denominador común: el miedo y la fascinación adyacente por un brusco fin de la Humanidad. Con 7.000 millones de seres es difícil imaginar que en semanas o meses puedan morir varios miles de millones, caer como moscas como en las pandemias que asolaron a Europa en los siglos XIV a XVI. Aunque la hipótesis atente contra el sentido común, el ego emocional, irracional, sigue escuchando la dulce voz de los agoreros.

Se siguen filmando prandes producciones sobre grandes desastres, pero también hay visiones muy modestas. Yo me quedo con esta: en 1987 el grupo musical R.E.M. publicó el tema It's the end of the world as we know it ('Así es el fin del mundo', en traducción libre). En el videoclip, una casa abandonada en medio el bosque, muebles destrozados, objetos desperdigados, un cachorro canino y un chavalín preadolescente curioseando, bailando, brincando y jugando con un monopatín. Variante muy libre del cierre de Los hombres huecos de Eliot (“Así termina el mundo/ no con una explosión sino con un quejido)

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