lunes, 25 de marzo de 2013

Las recetas de la abuela


Publicado en Diario de Mallorca el 24/2/13

LA COCINERA DEL PRESIDENTE

Nacionalidad: Francia, 95 min. Director: Christian Vincent. Actores: Catherine Frot, Arthur Dupont, Jean D'Ormesson, Hypolyte Girardot

Las cosas de palacio no van despacio. Al menos en el Ala Oeste del Palacio del Elíseo. Basada libremente en las memorias de Danièle Mazet-Delpeuch, La cocinera del presidente entrelaza dos momentos de la vida de la protagonista. El primero cuando, por una carambola de amistades, le ofrecen ser la cocinera del presidente francés para dar un toque familiar a sus petits comités. Ahí chocará primero con el resabiado chef del resto de la nómina palaciega y los contables y dietistas después. En la segunda trama (real también, aunque adelantada su cronología), la cocinera trabaja en la base científica francesa de la Antártida y recibe un cálido homenaje en su despedida.

Eso es todo. Sobre asunto tan trivial, Christian Vincent logra atrapar al espectador con la energía de su protagonista y la pasión que pone en su trabajo. La primera parte se asemeja a Como agua para chocolate, una oda a las bondades de la cocina tradicional con detalladas elaboraciones de los menús. La segunda parte trata del acoso laboral, situación que muchos han sufrido en mayor o menor grado. En el Polo Sur no ocurre nada, pero hay algunos gags y mucha emotividad. Los actores, Frot, Dupont, D'Ormesson, sin bordar sus papeles muestran personas de carne y hueso.

El cine francés, a diferencia del español, ha encontrado una fórmula de 'dramedias' (Intocable, La delicadeza, En la casa) que se desmarca de los estereotipos de la comedia costumbrista más anquilosada. La cocinera del presidente, aún constreñida por lo anecdótico de su argumento, es una película atractiva por su humanidad, el vitalismo de su protagonista y su creíble mensaje positivista.

viernes, 22 de marzo de 2013

Berlanga sí se atrevió


Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 21/3/13

50 aniversario de El verdugo

1.Se cumple medio siglo del estreno de El verdugo. La cima artística, según un sinfín de expertos (y un servidor) de Luis García Berlanga. La película se atrevió, en plena censura franquista, a burlarse de la muerte con una contundencia y sutileza que muy pocos (Buñuel, Lubitsch) han logrado. Provocando pena sobre los hasta entonces temidos encargados de la pena máxima.

2. En terreno más anecdótico El verdugo es una de las películas con visible presencia de Mallorca. Como la vigente El Atlas de las nubes, de los hermanos Wachowski más Tom Twyker, como La Caja Kovak, de Daniel Monzón o como Yo de Rafa Cortés. La diferencia entre la primera y las siguientes es que en la obra de Berlanga Mallorca es Mallorca. No una isla del Pacífico, de un Mediterráneo inconcreto, o una grisácea localización de una sociedad detenida en el tiempo.

3.A los hermanos Wachowski los disculpo (en parte) porque más de la mitad de sus compatriotas no saben ubicar España (menos Mallorca, o incluso el mar Mediterráneo) en un mapa. Con Monzón he tenido reparos desde el principio. Por un lado es posible que se enfrentara a un gran dilema de los creadores: si se minimizan topónimos se potencia que el espectador (lector en obra literaria) se concentre más en la historia y los personajes. Es una hipótesis loable pero sin evidencia empírica a favor (ni en contra, estamos en terreno subjetivo). Por otro lado, un diablito me susurra junto al lóbulo auricular que quizás temiera connotaciones negativas al nombrar la isla. Turismo masivo, destrucción del territorio, corrupción... O, rizando el rizo, al qué dirían sus amigos isleños o los vecinos de un pueblo citado. La isla es un pañuelo, todos sabemos todo de todos. 

4. Un servidor es tan adicto al senderismo como al cine. Acudiendo casi cada semana a la Serra de Tramuntana (o al litoral de Levante, Artá o Alcudia) ni me aburro ni se me aplaca su embrujo. Por eso no perdono a Monzón que hiciera un burdo fotomontaje para mostrar la entrada de una cueva marina teniendo mínimo una (La cova de ses Bruixes en la finca de Mortitx) de dimensiones catedralicias. Esa es la gran diferencia entre La caja Kovak y El atlas de las nubes. Con la bella, impresionante, fotografía de su filme los Wachowski han demostrado su fascinación por los paisajes mallorquines. Monzón en cambio los despachó con rutinario oficio.  

5.Posdata: Toni Bestard, en El perfecto desconocido, también trató con sentido y sensibilidad a su terruño. Lo reivindico en punto y aparte por no cargarme un buen titular.




miércoles, 20 de marzo de 2013

Elogio de la lectura


Publicado en Diario de Mallorca el 20/3/13

AMOR Y LETRAS

Nacionalidad: Estados Unidos, 97 min. Director: Josh Radnor. Actores: Josh Radnor, Elizabeth Olsen, Richard Jenkins, Allison Janney

Josh Radnor es un asentado actor de televisión (Como conocí a vuestra madre) y un incipiente director de cine. Hace un par de años apuntó buenas maneras con Happythankyoumoreplease. Con Amor y letras da un pasito adelante. El argumento vuela bajo: Un treintañero adicto a la lectura (Radnor) regresa a la universidad en la que se graduó para homenajear a un profesor (Jenkins) y se enamora de una alumna (Olsen). El tema principal son los remordimientos de él, la duda de si sufre el síndrome de Peter Pan y si es aberrante liarse con una chica dieciseis años más joven. Esa trama está soberbiamente desarrollada y se aprecia mucha química entre los actores. Radnor no tiene muchos recursos cómicos pero explota bien su naturalidad. Olsen (Martha, Macy, May, Marlene) tiene un rostro muy agraciado y derrite con su mirada. Las tramas secundarias (sobre todo la del profesor jubilado) aportan poco. El desenlace es, punto a favor, brusco y lógico.

El mayor pecado del filme es infiltrarse en territorio de Woody Allen, sagrado para algunos (como el cineasta que sostenía que rodar en Monument Valley era una afrenta a John Ford). Evidentemente Radnor no es Woody Allen. Ni creo que pretenda serlo. Amor y letras no se puede equiparar, en originalidad de gags y finura de diálogos, a las mejores películas del judío neoyorquino; ni se puede comparar el talento de ambos como actores. Pero se percibe un guión escrito con más calma, y mucha más sensibilidad en el desarrollo de las tramas amorosas. Por eso, y por su bendita elegía de la literatura, merece ser vista.

lunes, 18 de marzo de 2013

Las leyes las escriben maridos y padres

Publicado en Diario de Mallorca el 18/3/13

ANNA KARENINA

Nacionalidad: Reino Unido, 129 min. Director: Joe Wright. Actores: Keira Knightley, Jude Law, Matthew Mcfayden, Alicia Vikander

El director Joe Wright brilla en películas históricas (Orgullo y prejuicio, Expiación), aunque patinó con Hanna. El guionista Tom Stoppard es especialista en Shakespeare (Oscar por Shakespeare in love, multitud de premios teatrales por Rosencrantz y Guildersetern han muerto), y ha firmado además los libretos de Brazil o el El imperio del sol. Por tanto parecía un binomio ideal para hincarle el diente de nuevo al drama de Lev Tolstoy.

El resultado es extraño. Por un lado arrinconan uno de los temas fuertes del libro (la separación de una madre y su hijo) por otro, refuerzan la heroicidad de la protagonista al enfrentarse a una sociedad exasperantemente machista y obsesiva con las apariencias. Los hombres tenían que consentir el divorcio y, si la mujer persistía en separarse, la alejaban de sus hijos, le prohibían casarse de nuevo y la trataban como apestada. En este tema se aprecia la maestría de Stoppard. Sin embargo hay decisiones más polémicas: el feminismo se asocia a un arrebato amoroso demasiado melodramático. Wright, por su parte, intenta desmarcarse de la narración y cadencia del cine histórico estándar (los que utilizó en Expiación, por ejemplo) con una propuesta muy teatral y unos acelerones de ritmo que oscilan entre la originalidad y la pretenciosidad, dejando en cada espectador la duda de si aportan aire fresco o hacen un flaco favor a Tolstoy. La ambientación, la fotografía y las interpretaciones son excelentes, intensa la de Knightley, dificilísima y airosa la de Law. Sin ser fallida, Anna Karenina es desconcertante, hueca y profunda a la vez, soberbiamente interpretada pero sin llegar a emocionar del todo. Recomendable aún así para los seguidores del cine histórico.

jueves, 14 de marzo de 2013

A capella


Publicado en Diario de Mallorca el 13/3/13

DANDO LA NOTA 

Nacionalidad: Estados Unidos, 112 min. Director: Jason Moore. Actores: Ana Kendrick, Brittany Snow, Rebel Wilson, Skylar Astin

Enmarcada en el género de musicales para adolescentes o pre, Dando la nota narra las rivalidades de dos grupos musicales de la misma universidad, uno masculino, otro femenino, que aspiran a ganar el galardón nacional. Ellos van sobrados; ellas intentan sobreponerse al trauma de una inoportuna indisposición gástrica el año anterior. Con el nuevo curso entran, en cada grupo, varios nuevos componentes. 

El conflicto principal, razonablemente bien desarrollado, es una lucha de poder entre una veterana demasiado conservadora, controladora y pelín cursi, frente a una novata respetuosa del status quo pero más creativa y puesta al día (aspirante a DJ). Y un conflicto amoroso, menos fluido, con levísimo matiz shakesperiano trocando capuletos y montescos por fraternidades musicales. No faltan los friquis en ambos bandos, un soso aspirante a mago y una atómica, bocazas y oronda vocalista. La banda sonora va demasiado sobre seguro, y se le ve el plumero al añadir apoyos instrumentales en la final del concurso. El director peca de ritmo premioso en las tramas personales (lastrado posiblemente por el guión) y está muy suelto en los números musicales. En el reparto Anna Kendrick (Up in the air) muestra versatilidad sin llegar a emocionar; el resto, cuerpos o voces y muy poco más. En resumen, High School musical con un ligerísimo toque de Escuela de rock. Ni tan edulcorada como la primera ni un vehículo de lucimiento de un actor (Jack Black) como la segunda. Siendo dignos los números musicales y el juego entre los personajes, los gags de Dando la nota no alcanzan la altura de American Pie o el clásico Desmadre a la americana.

domingo, 10 de marzo de 2013

Despegue abortado


Publicado en Diario de Mallorca el 10/3/13

LOS AMANTES PASAJEROS

Nacionalidad: España, 102 min. Director: Pedro Almodóvar. Actores: Javier Cámara, Cecilia Roth, Hugo Silva, Antonio Latorre, Blanca Suárez

Arranca la película, una de las señas de identidad de Padro Almodóvar, con unos originales títulos de crédito a cargo de Javier Mariscal. El reparto, otra seña de identidad, combina actores en boga (Arévalo, Latorre, Suárez, Silvestre), incombustibles (Toledo, Cámara, Punzano) y guiños al pasado (Roth). La música es de Alberto Iglesias, otro inseparable primera espada.

¿Y el guión? Eso me pregunto yo, ¿hay guión? Intento ponerme en la piel del manchego y comprendo que en los tiempos que corren se agradece una comedia. Además, aprovecha su reconocida homosexualidad para hacer humor sobre su colectivo. Sabido es desde tiempos inmemoriales que un cojo haciendo chistes de cojos provoca más risa. Y el mundo de la aviación da juego visual y tiene buenos precedentes cinematográficos (Aterriza como puedas, Atrápame si puedes). Pero todo se queda en buenas intenciones. Para cualquier iniciado en el sector aéreo la verosimilitud es nula. Una cosa es documentarse bien y después tomarse algunas licencias y otra es inventarse todo, proponiendo situaciones que atentan contra la inteligencia más elemental (los pasajeros y azafatas de clase turista sedados; que no haya un sólo aeropuerto en España disponible para un aterrizaje de emergencia...). Los personajes son acartonados y superficiales. Además, con un planteamiento visual y apoyo musical de comedia sofisticada, el guión cae en recursos tan vulgares como abusos de alcohol, sexo, pufos económicos o poderes paranormales. Y la elipsis del aeropuerto vacío para no mostrar el accidente aéreo despista, seguro que podría haberlo resuelto mejor con una secuencia dentro del avión. O las musas han abandonado al cineasta o éste no ha llamado a su puerta. Pena.

jueves, 7 de marzo de 2013

La escopeta internacional


Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 7/3/13

CINE Y CORRUPCION

La desbocada y dramática crisis económica ha puesto por fin la lupa en la gestión de los políticos. Nada nuevo, de todos modos. Como postulan los historiadores Robinson y Acemoglu (Why nations fail) estamos en una reedición de las economías extractivas (al modo de los españoles en latinoamérica  o los Aztecas o Incas en épocas previas). La corrupción, por tanto, es tan antigua como ese otro oficio con el mismo sufijo. El séptimo arte, aunque más joven, tiene los sentidos abiertos a los gustos del público.

De los siglos pretéritos hay filmes a patadas. Ramses II, Julio César, Los Borgia, Eduardo WIII, María Antonieta, Rasputin... todos acabaron vendiendo su alma al diablo y resucitando (bien o mal) en la gran pantalla. Del siglo XX y el actual Hollywood sólo esporádicamente ha tratado la corrupción. Más dura será la caída (Mark Robson, 1956) fue la última película de Humphrey Bogart, y narra los turbios manejos en el mundo del boxeo. Tema igualmente tratado en Fat city (John Huston). Chinatown (Roman Polanski, 1974) es un clásico indiscutible sobre corruptelas en la gestión del agua potable en Los Angeles en una época de sequía. Un par de años después se estrenó Todos los hombres del presidente (Alan Pakula, 1976) sobre el caso Watergate. Michael Moore se vistió de pepito grillo (como Jordi Evole pero con más kilos y más show) en Roger & me (contra un desaprensivp fabricante de vehículos) y sobre todo en Fahrenheit 9/11 (contra el entonces presidente de EEUU).

España vivió una mini época dorada con la Transición. La reconquistada libertad de expresión dio pie a muchos subproductos (El diputado, con José Sacristan) y a comedias brillantes (algo pasadas en la actualidad, por desgracia) como las dirigidas por Berlanga (La escopeta nacional, Patrimonio nacional, Todos a la cárcel)

Italia no va a la zaga. Corrupción, con mayúsculas, es la retratada en la tercera parte de El Padrino (vínculos mafia-políticos-cardenales) o la menos ficticia aún mostrada en Gomorra. En Francia, la reciente De Nicolas a Sarkozy narra el ascenso de un presidente de todo menos ejemplar.

La televisión, sobre todo la anglosajona, está mucho más despierta. El ala oeste de la Casa Blanca es una serie tan prístina como afilada. Los ingleses, por su parte tienen como tradición no dejar a político, o miembro de la casa real, con cabeza. Humor puro, e inteligente a la vez, propuso la añeja serie Sí señor ministro. Y le ha tomado el relevo, con similar brillantez, In the loop. De esta hay una versión en cine que no tiene desperdicio.

Revisando los ejemplos citados, la sensación que dejan es agridulce. Es paradójico que haya toneladas de películas sobre corruptores (mafiosos, empresarios o banqueros sin escrúpulos) pero poquísimas sobre corruptos, los políticos. Es un tema incómodo, espinoso, desabrido. Con nombres ficticios pierde mucha fuerza la denuncia; con nombres reales los creadores se arriesgan a ser machacados por una legión de abogados con menos escrúpulos que sus clientes. Más dura será la caída, Chinatown y Todos los hombres del presidente mantienen su fuerza, además de por el buen trabajo de directores y actores, porque aciertan a vender la lucha de sus protagonistas como una reedición de David y Goliat. Cuesta imaginar que dentro de un lustro, o una década, se haga un biopic sobre el juez Castro. Aunque lo merece. Mucho.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Amor de barra


Publicado en Diario de Mallorca el 6/3/13

WEEKEND

Nacionalidad: Reino Unido, 97 min. Director: Andrew Haigh. Actores: Tom Cullen, Chris New, Jonathan Race, Laura Freeman

El duo femenino Ella baila sola contaba, en el tema parafraseado en la cabecera de esta reseña, las glorias y miserias de los amores juveniles o de jóvenes adultos. Romances intensos, atrompicados, expuestos, gozosos y dolorosos en descontrolada sucesión. Más refinado fue el encuentro entre dos estudiantes que narró Richard Linklater en Antes del amanecer. Weekend viene a ser una fusión de ambas referencias y, en menor grado, una tercera, Los inútiles, de Fellini. Con una diferencia clave: los protagonistas aquí son homosexuales.

No hay paños calientes en la película, los diálogos son muy explícitos y las dos o tres escenas de cama no llegan a ser pornográficas pero tampoco recatadas. La película va dirigida al colectivo gay y a los heteros sin prejuicios. Asumido eso, es modesta y al mismo tiempo logra reflejar las inquietudes y anhelos de los protagonistas en su doble vertiente, su juventud y su opción sexual, denigrada por un sector mayoritario de la sociedad. El perfil de ambos está muy logrado: el más viril físicamente es un tímido enamoradizo que evita a toda costa desvelar su identidad con gestos o tono de voz; el más enjuto tiene una voz grave y es extravertido, deslenguado, independiente y valiente ante los xenófobos. En los diálogos es donde el filme recuerda más al de Linklater, afinadísimos, fluidos y con gran sensación de autenticidad. La realización es muy indie y muy sobria, más efectiva en interiores que en los esporádicos exteriores. La banda sonora es casi inexistente, quizás para desmarcarse de comedias románticas más convencionales. Los actores logran transformar su limitada experiencia en una logradísima (nada sencilla) espontaneidad.

lunes, 4 de marzo de 2013

El sueño de la razón


Publicado en Diario de Mallorca el 4/3/13

UN ASUNTO REAL

Nacionalidad: Dinamarca, 137 min. Director: Nikolaj Arcel. Actores: Nicolas Boe Folsgaard, Mads Mikkelsen, Alicia Vikander, David Dencik

Recurrente, y agradecido por lectores y espectadores de ficción histórica, es el tema de la influencia de asesores/secretarios/validos sobre monarcas de naciones y épocas variadas. En España el más mentado fue Antonio Pérez, en Rusia Rasputín traspasó fronteras para convertirse en encarnación planetaria del mal. Un asunto real narra el convulso final del siglo XVIII en Dinamarca, cuando el rey Federico VII (Boe Folsgaard), con dudosa salud mental, se dejó engatusar por su médico de cabecera (Strundsee/Mikelsen), quien sedujo a la reina e (inspirado por Rousseau y Voltaire) instauró unas reformas  muy racionalistas y liberales para la época.

La película se mueve en clichés de la novela histórica, con una dicotomía buenos-malos demasiado marcada: Monarcas inquietos, corte retrógada (no falta una pérfida madrastra y un manipulable hermanastro) y médico/secretario arribista, ambicioso, inteligente y reformista. Los desvaríos del rey son muy graciosos y Boe Folsgaard lo encarna a la perfección; Mads Mikkelsen también está magnífico interpretando al médico progresista; a la reina le han limado asperezas (extravagancias no tan extremas como las de su marido pero omitidas en el filme) y limitan su papel al de enamoradizo gorrión en jaula dorada. Quizás los matices que se echan en falta eran demasiado complejos para la gran pantalla, tensiones territoriales (el reino ocupaba Dinamarca, Noruega y regiones de la actual Alemania, de una de las cuales provenía el médico) que en la traducción y doblaje al castellano se pierden. Aún así es un buen drama histórico, con sobria ambientación, potentes interpretaciones y, diga lo que diga algún vocero, sin ningún paralelismo con la situación actual de nuestra monarquía.