viernes, 28 de noviembre de 2014

Entre Andersons anda el talento

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 26/11/14



 WES ANDERSON FRENTE A ROY ANDERSSON

Roy Andersson ganó el León de Oro en el reciente Festival de Venecia; Wes Anderson casi dio la campanada en Cannes. Dos directores de culto que poco a poco van ampliando su audiencia con miradas equivalentes y estilos divergentes.

Curiosa (cuasi) coincidencia, dos de los directores de culto en éste momento comparten (cuasi) apellido.
Wes Anderson es norteamericano. De Texas (el estado de la familia Bush). Amigo íntimo de los actores (hermanos) Luke y Owen Wilson y del actor-guionista Jason Schwartzmann (otro sobrino, como Nicolas Cage, de Francis Coppola). Y ya que seguimos con árboles genealógicos, Anderson es nieto de Edgar Rice Borroughs, creador de Tarzán.

Roy Andersson es europeo. De Gotemburgo, Suecia. Tiene setenta y tres años y se le ha bautizado como el nuevo genio del absurdo. Término que más adelante cuestionaré.  ¿Por qué son considerados de culto? Porque huyen de los parámetros más convencionales o comerciales del cine (sin que eso sea peyorativo, hay muchísimas obras maestras que sí los siguen, y puntualmente logran éxitos de taquilla)

Y porque esa experimentación la vemos sus fans como sincera. No chutes de ego, sino una mezcla de cultura, originalidad y continuidad. Cultura con mayúsculas, plenamente justificada, y utilizada de forma inteligente y desinhibida al mismo tiempo. Ejemplos:

El título de la última película del sueco, Una paloma se sentó en una rama reflexionando sobre su existencia, está inspirado en un cuadro de Peter Brueghel 'el Viejo'. Sin embargo, la película no tiene nada que ver con la temática o el estilo del pintor; no es un drama histórico tipo La chica de la perla. Ésta y sus películas anteriores, son retratos corales tipo La colmena, ambientados en ciudades del país nórdico con personajes corrientes y pintorescos al mismo tiempo. El título de su filme previo, Du levande (Vosotros, los vivos) está inspirado en un verso de Goethe.

El argumento de El Gran Hotel Budapest, del tejano, está basado en escritos de Stefan Zweig del periodo de entreguerras. Sobre esa época histórica convulsa, llena de nubarrrones y violencia, Anderson monta una comedia en formato de casa de muñecas con el jefe de recepción y el botones de un hotel como protagonistas.

Dos películas anteriores de Anderson son también paradigmas de originalidad: Los Tenembaums desarrolla la historia de una familia de superdotados intelectuales y, al mismo tiempo, tarados emocionales. Pero en vez de buscar una línea de acción, como Rush, Una mente maravillosa o El indomable Will Hunting, Anderson se limita a contarnos sus desencuentros familiares con recursos que son antítesis de acción, voz en off o planos frontales a cámara constantes.

Viaje a Darjeeeling por su parte, tiene algo más de acción, ya que narra las peripecias de tres hermanos que viajan a India en busca de su madre. Una muestra más de la cultura del cineasta es que la banda sonora mezcla varios temas de Satyjavit Ray, considerado el mejor cineasta de la historia de India, con los Kinks, Rolling Stones, Beethoven, Debussy y dos temas melódicos de finales de los sesenta, Les Champs Elysees de Joe Dassin y Where do you go to (my lovely) de Peter Sarstedt.

Cruzo otra vez el charco. El cine de Roy Andersson no es, en mi opinión, absurdo. O mejor dicho, lo es y no lo es. Extravagante, sí; irracional, en absoluto. O mejor dicho, es otro buceo, reportaje gráfico, muestra y muestreo de lo ilusa que es la racionalidad.

El punto en común de los Andersons es que renuncian a la acción y se concentran en los personajes, en su entorno físico y en multitud de pequeños detalles. Con un humor finísimo, irónico, culto, elaborado. Es cine para paladares exigentes y mentes abiertas.

Vidas detenidas

Publicado en Diario de Mallorca el 26/11/14

NUNCA ES DEMASIADO TARDE

Nacionalidad: Reino Unido, 88 min. Director: Uberto Pasolini. Actores: Eddie Marsan, Joanne Frogart, Karen Dury

Todos conocemos algún caso cercano de una persona extremadamente solitaria y con escasos recursos, un vecino, un amigo de un amigo o un sin techo de nuestro barrio. Algunos nos hemos preguntado por qué están tan solos, por qué no tienen familiares o amigos en los que apoyarse. Pocos nos hemos planteado qué ocurre cuando su cuerpo dice basta, quien se ocupa de esa gente. Respuesta sencilla y obvia: parte de los impuestos que pagamos van a algunos abnegados funcionarios que se ocupan de ello.

'Still life', el título original del filme, es la expresión inglesa para un bodegón pictórico. Literalmente significa vida detenida y, a la inversa, vida todavía. Uberto Pasolini, sobrino del mítico cineasta italiano, apura mucho el realismo del guión poniendo un funcionario que también se ha detenido, a su manera, en el tiempo. Recuerda en algunos aspectos al Mr. Chance de la película de Hal Ashby. Es una decisión argumental extrema, de verosimilitud forzada, que lleva al espectador hacia la compasión más que a la empatía. Pero al mismo tiempo es coherente, igual que el final, lógico una vez que se supera la sorpresa. La claustrofobia del tema, los monótonos arpegios de la banda sonora, la interpretación -magistral- de Eddie Marsan, o escenas como el repaso del álbum de fotos acogotan, dejan una gran desazón. Y al mismo tiempo logran su objetivo, empujarnos a rumiar por qué esa gente, los descastados y el funcionario, viven tan aislados. Si se podría, si se puede, hacer algo más. O si, son casos perdidos, lobos solitarios o genes autodestructivos, la complejidad de la naturaleza...

domingo, 16 de noviembre de 2014

Los límites de la obediencia

Publicado en Diario de Mallorca el 16/11/14


DIPLOMACIA

Nacionalidad: Francia, Alemania, 84 min. Director: Volker Schlöndorff. Actores: Niels Arestrup, André Dussolier, Olivier Savin

Diplomacia es una recreación más modesta de los hechos que alimentaron el best-seller Arde Paris? de Lapierre y Collins, filmado poco después por Rene Clement. El dramaturgo Cyril Gély se concentra en las últimas horas de la capital gala en manos de los nazis y el mano a mano (no confirmado del todo por los historiadores) entre el general alemán Von Choltitz y el cónsul sueco Nordlin con la destrucción de la ciudad en juego. Tras la fallida operación Valkiria, Hitler, acorralado, amargado, desquiciado, promulgó una serie de decretos para asegurarse la fidelidad absoluta de sus oficiales y destruir, en un paroxismo de la política atávica de tierra quemada, todos los edificios, infraestructuras e industrias de sus territorios. Nordlin se dedica entonces, a contrarreloj, a sembrar la duda en Von Choltitz: ¿el juramento de obediencia se aplica también a las órdenes de un hombre que ha perdido totalmente los cabales?

En su adaptación de la excelente obra de Gély, Volker Schlöndorff se queda en un aprobado. Por concentrarse tanto en los protagonistas se torna una película demasiado teatral, oxigenada sólo al final con unas breves escenas de acción. La banda sonora arranca con el emotivo segundo movimiento de la 7ª de Beethoven pero después subraya innecesariamente. Y en el reparto hay una curiosa inversión de roles; si Rene Clement enfrentó a un secundario (Gert Fröbe) con Orson Welles, Schlöndorff permite que Niels Arestrup (Un profeta, La llave de Sara) se meriende a un André Dussolier limitado por un personaje demasiado arquetípico. Aún constreñida por su origen escénico, Diplomacia es recomendable por el tema, el afinado retrato del general alemán y la interpretación de Arestrup.