viernes, 30 de enero de 2015

Se (entre)abre el telón

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 29/1/15



QUINIELA OSCARS 2015

Los globos de oro y las nominaciones a los Oscars dan las primeras pistas sobre quién se llevará el gato al agua (la estatuilla al zurrón) dentro de un mes. Aun así no dejan de ser indicios, no pruebas fiables. Por el bien del espectáculo.

Arranco con una boutade: Estaría convencido de que Wes Anderson no tiene la más mínima opción de ganar uno o varios de los principales galardones si Roy Andersson no hubiera triunfado en el festival de Venecia. Parece que se abre la veda a los frikis (contenidos).

Dediqué un artículo en este suplemento a ambos cineastas porque juntan originalidad, sensibilidad y cultura. Porque sacan adelante (con lo complicado que es cada vez más financiar una película) proyectos con un recorrido comercial bastante incierto. Al mismo tiempo, reconozco que son autores sin punto medio. O embrujan o embotan. Huyen del público mayoritario con una dosis, por muy modestos y coherentes que sean en sus carreras, de larvado narcisismo.

En las nominaciones de 2015 se aprecia una tendencia que se repite desde hace décadas en la Academia: el de ningunear deliberadamente a algunos autores o intérpretes, forzarlos a apretar los dientes y perseverar, y darles un alegrón cuando menos se lo esperan. Les ha ocurrido a Martin Scorsese, Clint Eastwood o Steven Spielberg, entre muchos.

Tanto Wes Anderson como Gonzalez Iñarritu tienen ya un puñado de buenas películas a sus espaldas. En el caso de Anderson, El Gran hotel Budapest no es su mejor película. Tras unas torpes braceadas iniciales (Bottle rocket y Academia Rushmore), hizo dos (en mi opinión) grandísimas películas como son Los Tenembaums y Viaje a Darjeeling. Esta última es la más redonda, una potente y divertida mirada sobre los conflictos paterno-filiales. Tras ellas vinieron la película de animación Fantástico Sr Fox, adaptando una obra de Roald Dahl y Moonrise kingdom, sobre preadolescentes prematuros. En El Gran Hotel Budapest lleva a Stefan Zweig a su terreno, la comedia. Para algunos es una herejía. Para otros es un ¿por qué no? La película abusa del formato casa de muñecas, tiene un ritmo que acaba siendo cansino y es a la vez un ejercicio de nostalgia con excepcionales gags y una kilométrica cola de actores que disfrutan como críos.

Iñarritu por su parte ha hecho en Birdman una espectacular verónica respecto a sus obras previas. Los atormentados dramas transfronterizos (Biutiful, 21 gramos, Babel) dan paso a un divertimento sobre las neuras y egos del show business, rematado con un curioso homenaje a los superhéroes. El mejicano merece la estatuilla de la mejor dirección al atreverse con un ambicioso y logrado falso plano secuencia y un ritmo, dirección de actores y elección de banda sonora igual de inspirados.
La sorpresa (no se fíen mucho de mi como adivino) puede venir en el premio gordo, la mejor película. Galardón que últimamente se disocia con frecuencia del responsable orquestal. Si eso ocurre, Selma, Boyhood o Whiplash están al quite. Los hermanos Weinstein vuelven a colocar un caballo en la final con Descifrando Enigma.

Como cada año, muchos, merecidísimos quilates en los cuatro premios de interpretación, y ningún claro favorito. La selección de películas forasteras vuelve a ser irreprochable. Leviathan, por su afinado retrato de la pérdida de valores en Rusia, despunta un poco sobre las demás. Relatos salvajes será una grata sorpresa.

A la mazmorra han enviado a Perdida (demasiado impostada en mi opinión) o Mr. Turner (limitarla a los premios menores es un insulto). El cine español peca una vez más de endogamia, miopía, conformismo, falta de mundo En suma, irrelevancia. Ni siquiera La isla mínima, aunque es muy digna, se habría metido entre las actuales nominadas.

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