jueves, 21 de junio de 2012

Fotograma arriba, fotograma abajo


Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 21/6/12

CINE EN 48 FPS

Uno no sabe si Peter Jackson tiene un don natural para el marketing o si cree ciegamente en su propuesta. Me refiero a su intento, y la polémica generada, de emitir su próxima película El Hobbitt, un viaje inesperado, basada en el libro de Tolkien, precuela de El señor de los anillos, a 48 fotogramas por segundo. 

Un avance de diez minutos en la convención CinemaCon de Las Vegas, produjo reacciones divergentes en los críticos y agraciados que lo vieron. Lo cual está provocando un debate sobre si es un paso adelante o hacia atrás en la forma de ver cine. ¿Puro ruido y hay nueces?

Rebobinemos. Tras los diaporamas del siglo XIX, en la época del cine mudo (primer tercio del siglo XIX) la velocidad de paso del celuloide no fue fija. Predominaban los 14 fps pero se aceleraba y aflojaba la velocidad del obturador sin que las retinas de los espectadores se quejaran demasiado. La llegada del cine sonoro (tan cucamente narrada en The Artist) impuso la unificación forzosa. Como el oído es mucho más sensible a los cambios de frecuencia (saltos a agudos o graves muy bruscos) y como, por economía de costes, se grababa la banda sonora en un lateral del celuloide, tras diversas pruebas se asentaron los 24 fps. 

Sin embargo, la industria de cámaras y proyectores no dejó de innovar. Como todas las industrias; es un impulso humano originado desde que los homos erectus comenzaron a tallar piedras de sílex para cortar chuletones de mamut o las cabelleras de sus vecinos.

Según Peter Jackson, los 48 fps ofrecen un grado de nitidez y una textura cromática únicos. Los escépticos dicen que es un pastiche. Los calvinistas del séptimo arte piden que se dejen de alquimia visual, regresen a la cámara de 35mm a 24 fps y se concentren en el guión y los actores. Los relativistas no ven incompatibilidad entre una buena historia y la experimentación formal (hay ejemplos a espuertas). Los primeros afectados, -y por fin han levantado la voz- los exhibidores, señalan que los proyectores de millones de salas del planeta no pueden aumentar la velocidad con un botoncito giratorio. Por tanto, deberán comprar nuevos aparatos, cuando hace nada se tuvieron que rascar el bolsillo para saciar la demanda de 3D impulsada por James Cameron y Avatar.

Llega el turno de los malpensados. Resulta que uno de los amigos íntimos de Peter Jackson es Dean Whright, socio inicial de Cameron en la empresa Digital Domain. Los maledicientes se preguntan qué grado de influencia ejerce, si no le habrá sorbido la masa encefálica (como en el ponche de Bad taste, el delirante debut del cineasta) para que se embarque en una batalla que muy probablemente no convertirá a El hobbitt en una película magistral.

Ah, por cierto. Y Cameron prepara la segunda y tercera parte de Avatar no en 3D (o además) ni a 48 fps, sino a 60. Una de las (varias) causas del cine de los cines Renoir fue su asfixia económica para afrontar el obligado e inminente pase al cine digital. ¿Están -con la que está cayendo- las salas supervivientes preparadas para invertir además en proyectores de 48 y/o 60fps? Pregunta retórica final: Esta polémica está creando mucho ruido, ergo publicidad, a la película pero ¿no acabará vamipirizándola, distrayendo sobre su presumible buen guión y realización?


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