jueves, 3 de abril de 2014

Un puñado de millones de muertos y una gavilla de buenas películas

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 3/4/14
  
LA I GUERRA MUNDIAL EN EL CINE

Entre la crítica más acerada a la inhumanidad del conflicto y el flirteo con el melodrama, la I Guerra Mundial ha generado no muchas pero sí excelentes películas.

Las películas sobre la Gran Guerra son más escasas que las que ha producido el segundo conflicto mundial o las posteriores guerras del sureste asiático. ¿Motivos? Las secuelas del primer conflicto, tanto entre los vencedores como vencidos; fueron devastadoras a nivel humano y económico. La maquinaria de producción cinematográfica no estaba tan engrasada como un par de décadas después. Y, precisamente por la llegada del segundo conflicto, el anterior perdió interés. Aún así ha habido un puñado de películas entre notables y magistrales, más alguna curiosidad.

REY Y PATRIA (Joseph Losey, 1964). Narra el juicio marcial a un desertor inglés desde el punto de vista del abogado defensor (Dirk Bogarde). Remarca Losey la inocencia del acusado (perdió la cordura tras varias carnicerías que presenció) y la consciencia del letrado de que el juicio es una pantomima. Obra maestra.

SENDEROS DE GLORIA (Stanley Kubrick,1957). Muestra la extrema insensibilidad, rozando el calificativo de genocidas, de los mandos militares ante un justificado conato de motín por parte de un destacamento. No se corta tampoco Kubrick en la escena final (soldados obligando a una niña alemana a cantar) al mostrar cómo esa insensibilidad se acaba trasladando a todos los niveles.

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE (Lewis Milestone, 1930) Adaptando el relato de Eric Maria Remarque, muestra la crudeza de la guerra desde el bando alemán. Es más de lo mismo, el embrutecimiento, el forzado despojo de toda ética y valores humanos. Aún así la película sigue impactando tanto como hace ochenta y cinco años.

LES CROIX DE BOIS  (Raymond Bernard, 1932) Poco conocida, y equiparable a la anterior. Las cruces del título aluden a las de los cementerios, también utilizados como escenarios de combate. Las desventuras, y alguna fugaz alegría, de los soldados galos trnaspiran su procedencia de anécdotas reales. Y, una vez más los mandos superiores no salen nada bien parados. 

ADIOS A LAS ARMAS (Frank Borzage, 1932). Hemingway jamás perdonó el final feliz y la preponderancia de la trama amorosa. Falta contundencia antibélica pero mantiene encanto, trazas del talento del premiado escritor y una soberbia interpretación de Gary Cooper.

LA GRAN ILUSION (Jean Renoir, 1937) Híbrido entre drama bélico y carcelario, refleja las contradicciones de los conflictos bélicos y la solidaridad puntual entre bandos que generan. Y regala a Jean Gabin en plenitud, tan poderoso físicamente como carismático.

CAPITAN CONAN / LA VIDA Y NADA MAS (Bertrand Tavernier, 1996, 1989).   Capitán Conan se arrima a un frente apartado (Bulgaria), las escaramuzas de los zapadores y la complicada desmovilización tras el armisticio. La vida nada más narra las penurias de un forense militar tras la guerra, buscando desaparecidos en archivos y campos de batalla, y lidiando con sus desesperados familiares. Las dos películas sufren algunos altibajos narrativos pero confirman a Tavernier como un gran director, enérgico y original. Que saca además lo mejor de dos grandísimos actores, Philippe Torreton y Philippe Noiret.

Menos brillante, aunque interesante, es Gallipoli (Peter Weir, 1981). Supuso el pistoletazo internacional de Mel Gibson. Desarrolla uno de los traumas de la reciente historia australiana, la encerrona a miles de sus soldados en los riscos de la homónima península turca, con excesiva querencia por el melodrama.

La muy reciente The war horse (Steven Spielberg, 2013) acierta al enfocar el conflicto desde el punto de vista de los sufridísimos cuadrúpedos. Pero opta por un guión sensiblero y predecible que minimiza la crítica a los señores de la guerra.

Como curiosidad cierro con el filme animado Porco Rosso (Hayao Mizayaki 1992). Un ex piloto de la primera guerra mundial tras un encantamiento se  convierte en semigorrino y se dedica al filibusterismo en la época de entreguerras. Miyazaki (El viaje de Chichiro) despliega una vez más su imaginería conceptual y visual.

Este puñado de películas muestran que el tema no se ha agotado. Igual que en literatura, igual que en ensayos, exige dotes mínimas de novedad y máximas de convicción. Un tema, un conflicto, que un siglo después sigue horrorizando y fascinando.

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