Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 15/4/10
CINE. La última adaptación del cuento infantil de Lewis Carroll la firma Tim Burton. Burton y Terry Gilliam son los únicos cineastas que se han convertido en autores de culto entre el público adulto reciclando leyendas fantásticas o historias infantiles. Ambos tienen una imaginación desbocada y una disciplina narrativa quebradiza. Rebeldes a los cánones sobre puntos de giro, tensión creciente y evolución de los personajes, fían el desarrollo de los guiones a su intuición; marcada, para bien o para mal, por una voraz cultura y curiosidad. Alicia en el país de las maravillas apunta a un bis de El barón de Munchausen.
Veremos el resultado, pero antes recordemos. Si la novela de Charles Lutwidge Dodgson hechizó, desde la famosa y calurosa excursión fluvial, a millones de niños, lo mismo ocurrió con los igual de juguetones precursores del séptimo arte. La primera adaptación data de 1903, a cargo del británico Cecil Hepworth. Antes de la llegada del cine sonoro hubo dos adaptaciones más (1910 y 1915).
En 1933 se estrenó la segunda versión sonora y primera con reparto de renombre. Dirigida por Norman McLeod, guión de Mankiewicz y actores como Cary Grant, Gary Cooper y W.C. Fields. El problema es que estaban tan bien camuflados en las máscaras y ropajes que los productores tuvieron que resaltar bien claro en los títulos iniciales que actor estaba asociado a cada fantasioso personaje.
En 1951 llegó otro esperado pretendiente, Walt Disney. Si Mankiewicz y McLeod eligieron un enfoque más circense (algún crítico ironiza que podría haber sido firmada por Todd Browning), la versión animada llevó la historia a su blando terreno, aunque con el irresistible encanto de Walt. Curiosamente esta versión se puso de moda en la época hippy, hipnotizando a los psicodélicos espectadores de los cine clubs de muchas universidades.
En las siguientes décadas se ampliaron formatos (musical, televisión) géneros (manga) y subgéneros (pornografía) y hasta hubo un homenaje de los teleñecos de Barrio Sésamo. Sin embargo, apenas hubo reediciones en el formato principal, con actores de carne y hueso. Intuyo que los productores consideraban que la oferta en animación tenía saturado al público más joven, y que la historia era (como El Barón de Munchausen) demasiado caótica y previsible para el adulto. Ese es el quid de la cuestión. Aún manteniendo su originalidad y frescura, la historia y los personajes son tan hiperrequeteconocidos que la incertidumbre sobre los acontecimientos es nula. Una nueva versión si no innova, aburre; si experimenta, es echar los dados al aire y puede irritar a los fans de la obra original.
Decía Faulkner, en otra de sus agudas sentencias, “Pon a una mujer dudando entre dos hombres y tendrás un éxito seguro”. La joven Alicia se debate en estos momentos entre la fidelidad al padre/tutor/maestro Carroll y los hechizantes pavoneos del ‘joven’ Burton. ¿Con cual se quedará?
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