Publicado en Diario de Mallorca el 20/4/10
Nacionalidad: Irán, 108 min. Director: Bahman Gobadi. Actores: Ashkan Koshanejad, Negar Shagagi, Hamed Behdad.
Se sabe que en Irán impera una falsa democracia. Hay brotes de revuelta política, como se ha visto en los noticiarios, y atisbos de sedición cultural, como muestra Nadie sabe nada de gatos persas.
El campo de batalla es la música. Frente a la propuesta oficial, hipertradicional e inmovilista, jóvenes y menos jóvenes flirtean con ritmos del resto del mundo, jazz, pop, heavy metal o rap. Cuando no hay delitos de mayor enjundia (contrabando, drogas alcohol), las autoridades se limitan a detener y confiscar instrumentos a sus aficionados. Ante la opinión pública les acusan (sería un sarcasmo en otras circunstancias) de ritos satánicos y derramamientos de sangre. Los disidentes culturales se ven obligados a ensayar y actuar en la clandestinidad, sótanos recónditos, altillos improvisados, edificios en obras y hasta en granjas ganaderas. La joven pareja de protagonistas del filme está harta de esconderse y visitar la cárcel y planean huir a Europa. Buscan documentación en el mercado negro y preparan un concierto de despedida, ayudados por un entusiasta buscavidas. El argumento se limita a eso, rellenado con insustanciales videoclips y un dramático desenlace. La realización, hecha en plan “guerrilla film” es también plana, rematada por la bisoñez de la mayoría de actores. Sólo destacan el hiperactivo buscavidas, Hamed Behdad, y el octogenario falsificador de documentos.
Nadie sabe nada de gatos persas es interesante como denuncia, como escaparate de la voluntariosa escena musical iraní y tiene momentos puntuales divertidos; pero su guión es muy endeble y el final muy forzado. Curiosa y exótica, si no se espera mucho más.
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