Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 24/6/10
CINE. ¿Qué tienen en común Avatar y Tiburón? ¿O Los siete samurais y Bichos? ¿O Atmósfera cero y Gran Torino? El crítico americano Tim Ryan ha incluido estos seis filmes, y cuatro más (Mad Max, Serenity, Asalto al distrito 13 y Los viajeros de la noche), en su lista de los diez que considera películas del oeste sin que el espectador se haya enterado.
Soslayando (dejémoslo para los historiadores) el espinoso tema de si hubo limpieza étnica de los aborígenes proto occidentales, el western se convirtió en el siglo XX en un género pluriartístico: cine, televisión, literatura, pintura, fotografía… Trata de pioneros, fronteras, oportunidades, conflictos, promesas, venganzas, encerronas, salvaciones, redenciones, ley ausente, ley subyugante, ley de la selva, ley del plomo, héroes solitarios, colectivos solidarios, damiselas desamparadas, llanuras soleadas, cañadas sombreadas, azoteas pobladas, trenes, diligencias, carromatos, valiosos botines, vidas sin valor, rifles, revólveres, flechas, buenos, malos, feos, guapos…
Acotándolo al cine, el western ha sido permeable a otros géneros. Las road movies sustituyen los caballos de raza por los de vapor. La ciencia ficción, el pasado, o presente ocasional, por el futuro y los saltos al vacío por los saltos al hiperespacio, los sombreros por cascos con oxígeno. El terror, los tiros por hachazos, las muertes por resurrecciones. La animación, el celuloide por los códigos binarios.
El género del cine del oeste ha recibido la extremaunción un puñado de veces y un puñado de veces ha resucitado. Incluso William Goldman, guionista de la mítica película Dos hombres y un destino, en su imprescindible libro Aventuras de un guionista en Hollywood (1983) sostenía que una de las pocas certezas en la meca del cine era que el género estaba difunto. Se tuvo que tragar sus palabras y firmó, en 1994, la entretenida Maverick. Ángel Nieto, el pluricampeón motociclista, era un fan “porque sabía siempre quien es el bueno y quien es el malo.”
Como otros géneros, modas, ciclos, como la vida misma; ha experimentado juventud, años dorados, decadencia y ahora vive en un cómodo semiretiro. Los cinéfilos disfrutan, los aspirantes a directores se inspiran, los productores se atreven con algún remake, los estudiosos rastrean su influencia en películas como las citadas al inicio.
El siglo XXI ha roto fronteras entre géneros y generaciones. La estanqueidad pasada ayudaba a los espectadores a ponerse en situación y disfrutar con los personajes o la historia. La permeabilidad, la fusión de géneros, actual ha traído más confusión, experimentación, sorpresas y capas. Las obras maestras de John Ford o Howard Hawks se mantienen incólumes. Las nuevas generaciones de espectadores no están cerradas este tipo de filmes, pero exigen estímulos apropiados, actores de moda o una puesta en escena más al día. La época dorada no volverá, su influencia jamás se perderá.
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