viernes, 14 de febrero de 2014

Nudo gorgiano

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 12/2/14
  
PASEO DE RONDA

1.O tormenta perfecta. Hablo, como no, de la (crítica) situación del cine en nuestro país. El dramatis personae de este psicodrama ya lo conocemos: creadores, distribuidores, cofinaciadores (organismos públicos, televisiones privadas), exhibidores y, al final de la cadena, espectadores.

2.Hasta ahora nos quejábamos del alto precio de las entradas. Sin embargo, el problema apenas se ha resuelto. ¿Por? Porque no todos están dispuestos a arrimar el hombro, con motivos comprensibles (no sinónimo de compartibles): los distribuidores, churruscados por la casi nula lucha contra la piratería, remolonean para ceder una miga de sus beneficios; el gobierno de turno, enfrascado en una cruzada contra los infieles que apoyaron al anterior, ni quiere oír hablar de bajar el IVA. Las cadenas de televisión buscan mil y una tretas para no financiar películas. Los únicos que han apechugado son los exhibidores, bajando los precios de las entradas, y Competencia pone trabas a que lo hagan al unísono. Uno no sabe si ver el vaso medio lleno (son todos un atajo de tarugos) o medio vacío (quieren, y no cejan, laminar a los sectores culturales que no les bailan el agua).

3.¿Eramos tan horteras hace treinta años? La gran estafa americana vuelve a ponernos frente al espejo. ¿Vestíamos así en esa época? ¿Seguro?  Démosle la vuelta. ¿Por qué no nos chirrían los trajes de Bogart en los 50 y sí Bradley Cooper embutido en uno de los 80? Otra vuelta más. El armario de Richard Gere en American gigoló (1980) no parecen tan pasado. ¿Cómo? Una pista: su vestuario completo lo firmó Giorgio Armani, un modisto aupado ya al olimpo de su gremio por su dificilísima combinación de exquisitez y sobriedad. Llegamos al meollo del asunto. Igual que hay películas, libros u obras de arte que no resisten el paso del tiempo, lo mismo ocurre con la moda. Un detalle similar, y muy premeditado, se vio en El cabo del miedo (Martin Scorsese, 1991) Cuando Robert de Niro sale del trullo al principio de la película, lleva la vestimenta que tenía cuando entró, un par de décadas antes. Scorsese cuidó mucho que fuera acorde a la época (años 70) y al personaje, un quinqui de baja estofa.

4.La gran estafa americana sí que marca tendencia en otro aspecto. Los americanos poco a poco (muy poco a poco, han descartado La vida de Adele para los Oscars) están matizando la violencia de sus filmes y apartandose el velo respecto al sexo. A ello ha contribuido el éxito literario de 50 sombras de Grey (la peli no llegará hasta 2015) y el televisivo de series como Sexo en Nueva York. Siguen siendo muy recatados, más que los europeos. Quizás porque en otras latitudes (países árabes o China), ergo millonarias audiencias potenciales, lo son aún más. Pero se ha entreabierto ligeramente la puerta, y se agradece.

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