Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 25/3/10
CINE. Uno de los estrenos fuertes de la inminente Semana Santa es Furia de Titanes. A los neófitos puede que no les diga mucho, una pelicula de acción con tema mitológico en 3D para aprovechar el filón reabierto por Avatar. A algunos cinéfilos se les encenderán dos lucecitas: remake, Harryhausen.
Hace medio siglo, como algunos saben, no había computadoras ni croma para superponer fondos. Los efectos especiales de las películas usaban la técnica del fotograma a fotograma (en inglés stop motion), la misma de los dibujos animados primitivos. Se construían monstruitos en miniatura, se retocaba su postura ligeramente y se disparaba un fotograma como si fuera una cámara fotográfica. Si recordamos que la velocidad de proyección son 24 fotogramas por segundo, una escena de dos minutos exigía 2880 cambios. Se complementaba con trucos ópticos, proyecciones de fondo y superposiciones.
Ray Harryhausen sintió la vocación de crear efectos especiales muy joven tras ver King Kong (1933). En la Segunda Guerra Mundial fue asignado a la división de cine de la armada (rodaba películas instructivas o propagandísticas) a las órdenes de Frank Capra. Tras la guerra fue contratado como ayudante de Willis O’Brien. Su trabajo para el filme Yo y el gorila (Mighty Joe Young, 1949) valió a O’Brien el Oscar a los mejores efectos especiales.
Los años 50 y 60 fueron la consagración para Harryhausen, especializado en fantasías épicas, mitológicas o de ciencia ficción: El monstruo de tiempos remotos, Hace un millón de años, El viaje fantástico de Simbad, Jason y los argonautas o, ya en los 80, Furia de titanes. Su momento cumbre, grabado en la retina de todos los baby boomers de aquella época, es la escena en la que Jason lucha contra un grupo de esqueletos espadachines. Es tosca, se aprecia claramente el stop motion, pero tiene una tensión y un encanto únicos. En Furia de titanes recreó magistralmente una lucha en la cabeza de la diosa Medusa, cuyos cabellos eran serpientes. Otra anécdota de esa película es que plasmó al can Cerberus con sólo dos cabezas, en vez de las tres de la mitología; Harryhausen adujo que la tercera suponía demasiado trabajo
Una comparación curiosa. A Harryhausen le gustaba trabajar solo o con un equipo mínimo de gente, aunque retrasara tres años el proyecto. Las películas de animación de Pixar, con potentísimos ordenadores, ocupan a dos centenares de especialistas y tardan un tiempo parecido. Como siempre, el hecho diferencial está en el talento para innovar y para plasmarlo con gracia.
A punto de cumplir noventa años, Harryhausen sigue vivo y coleando. Es uno de los productores de la película War of Eagles, en fase de desarrollo. Además de homenajes públicos (Oscar honorífico en 1992), ha recibido otros más sigilosos de afamados cineastas, como John Lasseter nombrando el bar de Monstruos S.A. o Tim Burton el piano de La novia cadáver.
Harryhausen hizo de la necesidad una virtud. Pero esa virtud, sin talento, habría quedado en nada. Jason y los argonautas, El viaje fantástico de Simbad o Hace un millón de años son unos clásicos, mantienen toda su frescura y encanto, gracias a los pacientes e inigualados efectos especiales del maestro.
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