Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 18/3/10
CINE. El canon de la crítica de cualquiera de las bellas artes establece que una obra es universal cuando es capaz de llegar a un público muy heterogéneo demográfica, geográfica y temporalmente. En el cine, por la gran inversión económica que requiere, se valora aún más esa difusa e impredecible virtud. A priori, Miguel Delibes tenía pocos boletos para ser un escritor universal. Y aún así lo logró.
Su vida, que sirvió como materia prima para sus obras, tuvo unas coordenadas fijas y estrechas: su claro apoyo al bando y posterior régimen político que gobernó España cuatro décadas, sus señas de identidad rurales y centrales, su preferencia por historias íntimas y costumbristas. Su don para la literatura, trabajado con encomiable perseverancia, alumbró una larguísima lista de obras y un buen puñado de películas.
La primera obra adaptada (1962 al cine dirigida por Ana Concha; 1978 a televisión por Josefina Molina) fue El camino, que mostró las tensiones y tentaciones de los niños del campo. Siguieron La mortaja (1974, José Antonio Páramo) y Retrato de familia (1976, Antonio Giménez-Rico), adaptación de Mi idolatrado hijo Sisí. Siguiendo en la década de los 70, Antonio Mercero se interesó por El príncipe destronado, que retituló La guerra de papá.
En 1984 llegó la cohesión de público y crítica con Los Santos Inocentes. Mario Camús adaptó la obra con la misma austeridad e intensidad que había aplicado Delibes. Dos grandes actores, Alfredo Landa y Paco Rabal, remataron el filme, recibiendo como recompensa el premio a la interpretación en el Festival de Cannes.
Dos años después Giménez-Rico volvió a la carga con El disputado voto del señor Cayo, también con Paco Rabal al frente. Le relevó Antonio Mercero con El tesoro (una de las primeras películas protagonizadas por José Coronado). El mejicano Luis Alcoriza se atrevió con La sombra del ciprés es alargada (1990). Y Antonio Giménez-Rico, fiel como nadie al vallisoletano, filmó Las ratas en 1996. Cierra la lista de adaptaciones Una pareja perfecta (Diario de un jubilado en título impreso) rodada por Francesc Betriu en 1998, con dos cómicos de diferentes generaciones, Antonio Resines y José Sazatornil. Llama la atención que nadie se haya atrevido a rodar Cinco horas con Mario, reto tan difícil como atractivo.
Es difícil saber si Los santos inocentes hubiera tenido el mismo impacto sin Alfredo Landa postrándose ante los amos o Paco Rabal lavándose las manos con orina o acariciando al querido por él, repelente para el resto, pequeño grajo. Pero ambos, autor e intérpretes, lograron llevar, mostrar, la España profunda al resto del mundo. Es la adaptación más destacada, y al mismo tiempo ejemplar, del mundo particular de Delibes y la universalidad de su obra.
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