viernes, 5 de marzo de 2010

La 4ª vida del 3D

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 4/3/10

CINE. James Cameron ha vuelto a armarla. Los analistas mercantiles del cine, como los gurús de la economía global, son tan dotados para analizar el pasado como tarados para conjeturar el futuro; los agoreros siguen recibiendo más atención de los medios de comunicación que los sensatos. Tras la primera semana de Avatar en pantalla, esos cerebritos recriminaron al director que no superara a Titanic en el mismo período, insinuando un inminente fracaso por no igualar la recaudación total del transatlántico melodrama.

Ninguno aventuró que estaría ocho semanas en lo más alto en todo el mundo. En el momento de escribir estas líneas ha superado sobradamente el Everest psicológico de los 2000 millones de dólares, no coronado ni siquiera por Titanic; y está a punto de doblar a la tercera entrega de El señor de los anillos. Ningún expertillo imaginó tampoco que un generoso bocado de esos ingresos vendrían por el 3D. Cameron y el resucitado cine tridimensional se han convertido a la vez en el Frenadol, el Lexatín y el Red Bull del negocio del cine.

La historia del 3D estereoscópico es tan antigua como el propio cine. Su primera patente la registró William Friese-Greene en 1890. En la primera mitad del siglo XX hubo frecuentes y fugaces intentos de implementarlo, como Teleview o Anaglyph. En 1952 se estrenó Bwana devil utilizando gafas con filtros polarizados. En los tres años posteriores hubo la llamada era dorada del 3D, con películas de culto como La mujer y el monstruo de Jack Arnold y de maestros como Crimen perfecto de Hitchcock. Fue tumbada por el Cinemascope, la pantalla panorámica, y por el engorro de las gafas. En los setenta y los ochenta hubo tímidos intentos de revivirlo, sin títulos destacados. En 1985 el cine en IMAX sí dio un salto en calidad, pero con unos costes tan desorbitados que las salas con ese sistema se contaron con los dedos de las extremidades. 2009 con Avatar, Up o Coraline ha desatado la euforia. Y despertado, ante el futuro cercano, algunas (retóricas) preguntas.

¿Esta 4ª vida será larga vida? Parece que esta vez los grandes estudios van en serio. Y que es un formato muy resultón para películas de animación o de acción para todos los públicos. Sin embargo el sobrecoste (cámaras y proyectores especiales, gafas para los espectadores) aumenta el riesgo de fracaso si una película no hace suficiente tilín al público. Ganará cuota de mercado si los estudios mantienen la apuesta, pero es utópico pensar que llegue a suplantar al cine no estereoscópico.

¿Llegará el 3D a la pequeña pantalla? El consorcio impulsor del Blu Ray anuncia un inminente reproductor doméstico con este formato. No será barato, le costará hacerse hueco.

¿Es el inicio de la recuperación del cine, tras la sangrante merma de audiencia atribuída a emules, playstations y iPhones? Tengo la sensación (no tengo datos para corroborarla) de que los videojuegos comienzan no a aburrir pero sí a ser rutinarios, de que la bajísima calidad de muchas películas pirateadas ha hecho revirar los ojos al formato clásico, y de que la gente, social por naturaleza, vuelve a apreciar el placer de visionar una película en compañía de conocidos y desconocidos o hacer colas frente a la máquina de palomitas. Tengo la certeza adicional de que no se volverá a los tiempos pre-Internet y pre-Wii. La resurrección del moribundo negocio es en todo caso bienvenida.

El sentido común, la experiencia, susurran que al cine en salas públicas, como la radio cuando llegó la televisión o la televisión cuando llegó Internet, no conviene enterrarlo prematuramente. Ni encumbrar al 3D precipitadamente.

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